Nada como la experiencia visual y esa constatación de que una imagen vale más que miles de palabras. Esto viene a tono con la cantidad de libros que tuvieron que cargar los menores en este inicio del curso escolar.
Y no sólo se trata del peso sobre los hombros de quienes, a pesar de arrastrar algunos sus mochilas, en sentido general deben cargarlas. Hablamos de salud, escoliosis y todo lo que desde el punto de vista físico representa para niños y niñas.
Pero, hay otra parte, molesta y escabrosa, que son los precios y esa impotencia de padres y madres por dotar a sus hijos de cuanto pueda ayudarles en la educación. Sin embargo, hay otro punto, álgido y aunque muy reiterado, ignorado y consecutivo. ¿Por qué tienen que ser diferentes los textos para la enseñanza cada año?, como si las ciencias, las letras y todo cuanto se enseña cambiara en su contenido.
Entonces, aunque la familia del estudiante haga esfuerzos supremos y costee la gran cantidad de libros, mascotas, etc, el hermanito que viene detrás no puede heredar dichos útiles y la cuenta sigue en progreso para quienes negocian un tema tan importante y vital como es la educación de los hijos, en detrimento de la economía familiar.
Se trata de una cuota innecesaria de molestias que atentan contra los hogares, en momentos en los cuales la familia dominicana se debate entre precios inadmisibles y carencias múltiples.
Siendo así, será muy difícil cumplir con los Objetivos del Milenio y que la República Dominicana acabe de reflejar un saldo positivo en la enseñanza.