MADRID.- Alfred Nobel amasó una gran fortuna con sus investigaciones en el campo de los explosivos, que le llevaron a descubrir la dinamita. Eran productos de gran utilidad para la minería y la construcción… pero no contaba con que también podrían ser utilizados para hacer el mal. Sin ir más lejos, en una de las muchas explosiones accidentales que sufrió, murieron su hermano y otras cuatro personas más. Así, a sus descubrimientos y su riqueza, se le unió un sentimiento de culpa debido a la destrucción que podían causar sus productos a la Humanidad. Por ello, decidió crear los Premios Nobel, que premiarían a las personas que más hubieran aportado a la sociedad en diferentes ámbitos.
Todo esto viene a cuento para ilustrar, con una conocida y célebre anécdota, que cualquier avance que logre el ser humano para su propio bien, siempre podrá ser utilizado con fines totalmente opuestos para los que se creó. Incluso la Medicina.
Expertos en armas biológicas se han reunido esta semana en la Convención sobre Armas Químicas celebrada en Ginebra y alertan de la creciente militarización de los avances en ciencias biológicas (sobre todo en Neurociencia) que podrían liderar el desarrollo de agentes para alterar psicológica y mentalmente a un gran número de personas.
En un artículo de Malcolm Dando (de la Universidad de Bradford, Reino Unido), publicado en ‘Nature’, se advierte de la creciente habilidad para desarrollar nuevos caminos dentro de la bioquímica, pero de igual manera para diseñar componentes que interrumpan estos avances. Es decir, hay igual número de adelantos que posiblidades de acabar con ellos.
Desde la convención se insta a realizar modificaciones urgentemente para asegurar que el desarrollo de la ciencia no va a ser utilizado para propósitos hostiles. Y es que, desafortunadamente, ya hay un largo historial de casos…
En octubre de 2002, rebeldes chechenos secuestraron a más de 750 personas en un teatro de Moscú. Las fuerzas militares rusas consiguieron entrar en el recinto tras haber introducido en el recinto una mezcla de sustancias derivadas del fentanilo (un opiáceo desarrollado en los años 50 como analgésico), que incapacita provocando inconsciencia y que en dosis elevadas produce la muerte. Este suceso, según Dando, fue un augurio de la creciente militarización de los avances en las ciencias biológicas.
La desmedida actuación de las fuerzas de seguridad le costó la vida no sólo a los terroristas, sino también a 124 rehenes. Este caso viene a rebatir la opinión de algunos ciéntificos, que en un simposio sobre armas no letales celebrado en 2007, describieron los efectos que determinadas sustancias mezcladas tenían sobre los macacos, a los que hacía reducir su agresividad. Algunos defendieron su uso durante ataques terroristas para "pacificar" a las personas más belicosas.
Pero desde décadas anteriores se viene experimentando en estos términos. Tras la Segunda Guerra Mundial, la comunidad médica internacional empezó a descubrir componentes que aliviaban los síntomas de enfermedades psicológicas como la depresión o los cambios bruscos de humor. Pues bien, rápidamente muchos gobiernos centraron sus esfuerzos en desarrollar estas sustancias para utilizarlas como uso militar contra los enemigos, buscando componentes que provocaran, y no curaran, la psicosis.
En los años 60, el ejercitó estadounidense utilizó benzodiazepina en algunos de sus ataques. Este componente se utilizaba en un principio como terapia para los problemas gasstrointestinales. Pero en dosis elevadas puede causar delirios, y afectar a la coordinación y procesamientos de ideas.
Muchos científicos, entre ellos Dando, defienden que el uso de sustancias de este tipo para la "aplicación de la ley" debería estar prohibido(a pesar de que la mayoría no son letales)o, al menos, fuertemente restringido.