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Amable

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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___ ¿No crees que los problemas conductuales de Adán y Eva se deban a que no tuvieron Madre?
___ ¿Tú crees que esa es una pregunta apropiada para alguien que acaba de tener un orgasmo?
___ Estoy tratando de entender tu conducta.
___ ¿Y qué tengo yo que ver con Adán y Eva?
___ Eres su descendiente.
___ Eso es correcto en la historia bíblica. Y porque los evolucionistas no han sido capaces de cambiarles los nombres a los originadores, en las historias de sus ciencias, también es correcto.
___ ¿Por qué Dios creó al humano?
Vera no respondió sino que, mirándolo, con su mano derecha movió su rubio cabello hacia su espalda y esperó la respuesta como se espera un beso, con caricias.
___ Para su propio placer.
___ ¿Qué significa eso?

___ Que Dios un día, sin nada que hacer y con un poco de esa enfermedad que ataca con tanta insistencia a los habitantes de los países fríos, el aburrimiento, tomó una de sus células y clonó una figura parecida a El, sólo que para asegurarse de que su poder no estaría en peligro, a su clon le introdujo el virus de la muerte o el virus de la transformación como le llaman los hombres de ciencias. Y así somos, hechos a su imagen y semejanzas, pero con nuestros destinos limitados en el tiempo y en el espacio.
___ Y en el libro de la vida –comentó Vera con esa sonrisa tan amplia y verde como el Amazona-, tenemos asignado el deporte que Dios quiere que juguemos para El, para su propio placer y deleite.

Vera Zilli giró su hermoso cuerpo sobre el mueble mostrando su desnudez: sus piernas, sus nalgas y su espalda aparecieron ante los ojos de Rafael Emilio no solo como una flor que embellece y perfuma, sino como una caoba que se resiste a corromperse, que se niega a ablandarse, que frente al futuro de posible destrucción ofrece el de consolidación, sin dudas.

No resistió poner sus manos, ambas, sobre el cuerpo de Vera. Como si se tratara de perderse en la inmensidad de la Mar, de disolverse en sus espumas, dejó que la fuerza del alma impulsara el musical movimiento de sus dedos, que sus labios corrieran como corriente de aguas bajando de la montaña, que sólo la belleza controlara su paciencia, esa que hace dormir al sueño. Vera entró en un trance que la llevó desde su ciudad natal, Ararangua, en el estado de Santa Catalina hasta Puerto Alegre, capital del estado de Río Grande del Sur, el fin de Brasil hacia ese punto geográfico. Disfrutando las caricias del sueño, Vera recorrió los 200 kilómetros de distancia que la separaban de su ciudad madre y vivió el origen de la misma.

Arara se le llama a un pájaro parecido al pavo y su belleza se combinó con un hermosorío que atraviesa toda la ciudad, dando origen a Ararangúa, que viene a significar: ¡pájaro con agua! Brasil tiene la característica de que, opuesto al resto del Globo, su miseria está en el norte. Florianópolis es la capital del estado de Santa Catalina, desde allí viajando en carro cuesta dos días llegar a Brasilia, capital de Brasil. Esa parte fue fundada por italianos y alemanes. De ahí salió Vera, hija de un italiano criador de caballos y bravo con la familia.

Se vio caminando por todas las calles de ararangúarecorriendo sus dimensiones físicas en una barca, y tras ella, el terrible señor Zilli, quien ordenándole le gritaba: “Tienes que casarte”. Y Vera, atemorizada, respondiéndole: “No lo haré”. Nunca lo hizo.

Sus primeros 18 abriles fueron como la vida de Eva en el Paraíso: ¡brincar! Ninguna cosa que no fuese la naturaleza pura le llamó la atención y a esa edad, entrada en celo, cuando ya su cuerpo hacia pedazo el corazón de quien la mirara, hubo que ponerle una soga la cuello para llevarla a una fiesta. Su combinación de sangre europea con cuerpo tropicalmente consolidado la convirtieron en el tesoro mas apetecido, mas buscado por los ojos masculinos, pero Vera los ignoró a todos, sin excepción.
Continuó su sueño recorriendo su vida en el Brasil, sus estudios de economía en la universidad, su trabajo en la Volkswagen, los noviazgos a los que nunca le puso atención y la búsqueda de una seguridad que para la vejez carece de sentido, pero que funciona como excusa para cruzar fronteras.

Sin embargo, esa excusa fue el plan que la llevó , a sus 45 años, a tomar un avión y ser parte de los cientos de millones que por milenios han cruzado los mares en busca del sueño americano. El impacto mas increíble lo sintió al entrar, por primera vez, a aquella casa situada en la ciudad de Somerville, en el estado de Massachusetts. Nada, absolutamente ninguna cosa le fue extraña, el sueño americano no había sido un descubrimiento, estaba en un lugar y en un tiempo que ya su espírituhabía habitado y todo cuanto le rodeaba le era común. Eran cerca de la una de la mañana cuando Vera despertó en los brazos de Rafael Emilio.

___ Tengo que irme, mañana debo trabajar –le dijo.
___ Creo que al cumplir tus 50 años ya te has ganado el derecho a dormir fuera de tu casa.
___ Ah, sí, me lo he ganado, pero es un derecho que no ejerzo.

Gastó unos minutos dándoles a Rafael Emilio unas caricias que suplicaban entender su conducta. Sin quitarle la vista de encima, recogió su ropa y lo besó, dejándole solo con su perfume, con su natural perfume y, con el golpeo de las nubes tropicales que en ese momento cruzaban sobre el cielo norteño.

Rafael Emilio se marchó, como estaba acostumbrado a hacerlo, sin dejar una nota, sin dejar un mensaje, sin establecer posibles regresos. Vera supo, como siempre, de su ausencia por la soledad de su apartamento. Seis meses después está tocándoles la puerta y, cuando Vera lo vio se lanzó a sus brazos como niña al rescate. Tomados de la manos se fueron para el apartamento de Rafael Emilio. El rito amoroso comenzó como en el Paraíso, con el juego celestial. Durante horas Rafael Emilio se alimento en placer y proteína de los senos de Vera, que estaban sólidos, cargados, primaverales, como madre primeriza.

El acto sexual cumplió su requisito salvaje y divino, pero el amor es más exigente que eso y la Madre Creadora, después del orgasmo, quiere tener, quiere sentir el calor del alma humana alimentar sus sueños, quiere que el hombre permanezca sobre ella, quiere disfrutar el placer de sentir como desde dentro de su cuerpo algo se va empequeñeciendo y buscando salida, dejando en cada movimiento de retirada la indudable esperanza del retorno, mas cargado, con mayor energía, con mayor pasión.

El hombre, padre protector, piensa y quiere proteger, hace esfuerzo por retirarse de la cama, ir al baño, cubrir con el elipse del agua su poder, darle a su espada guerrera el sentido de preparación para el próximo encuentro, hacerle saber que vienen más batallas. Ese instinto dibujado del futuro, ese rostro de la obligación venidera, provocaron que Rafael Emilio se retirara de la cama.

Cuando terminaba en el baño, le brotó en su mente la interrogante de si regresaba a la cama o se iba al mueble de la sala. Dejar a Vera sola en la cama era lo más inapropiado que podía hacer, pero era demasiado temprano en la noche e irse a la cama antes de las ocho no era una buena idea. Se detuvo en el baño por unos minutos, largos, mientras esperaba que alguna luz se encendiera en el dilema. Escucho y sintió los pasos de Vera, salió del baño antes de que ella entrara y, pensando que aquello era una buena oportunidad para no volver a la cama, se fue al mueble de la sala, aunque luego lo negara.

Vera salió del baño, tocó la cama y la sintió vacía, su corazón entero se desgranó sobre las sabanas, todo el placer, todos los sentimientos, toda la entrega de las pasadas horas de amor se derritieron, sólo el invisible dolor quedaba. Mientras secaba con las sabanas sus lágrimas, recogió su ropa que había sido lanzada por toda la habitación. Se dirigió a la sala, en busca de la salida, que quiso fuese silenciosa, como su dolor. Rafael Emilio la vio, comprendió antes de que ella hablara la razón de su enojo y quiso explicarse:

___ Perdóname Vera, vine a buscar el vino.
___ ¿Qué clase de hombre eres?
___ Vera, vine a buscar el vino, la televisión me entretuvo.
___ No, Rafael Emilio, estás muerto. RE, Tú estas muerto.
___ Vera, vine a buscar el vino, esperaba que saliera del baño para regresar a la cama y abrazarte por largas horas, dejar que te duerma en mi pecho, como te gusta, pero tu sabes que sufro de sobre concentración, es un mal cerebral sin cura.

Quiso acercársele, pero Vera se resistió. Lo golpeó con su blusa en el rostro, como si quisiese desintegrarlo y, con palabras que eran más que llanto, le dijo:

___ Sexo es tomar, amor es dar, cuando tú combinas a ambos tienes a alguien que tomando da, como lo hago yo, ese es el poder de los dioses, de los verdaderos. Contigo, Rafael Emilio, yo hago eso, yo hago eso espontáneamente, como una diosa, como una flor.
Ahora eran sus lágrimas las que hablaban. Aún así, el intento de Rafael Emilio de lavar su abandono con un abrazo, con una caricia, con un beso, no fue aceptado; su recurso fue hablar, tratar de crear ilusiones:

___ Es duro para mí, Vera. Regreso sin avisarte, me marcho sin avisarte, disfruto de tu compañía sin avisarte; es duro para mí, Vera, es muy duro.

Vino entonces la elocuencia del silencio, en busca de reacción, en busca de ser interrumpido con la anhelada rama de olivo, con las alas blancas de la paloma, con el rojo intenso de la rosa roja.

___ Los justos mismos poseerán la Tierra… no es un objetivo, es una esperanza, susurró la mujer.

Vera, como quien tiene sangre en sus manos, lo miró, no dijo nada, ninguna cosa, su voz se perdió en el abismo. Rafael Emilio entró en el mundo de confusiones que producen esas miradas, su cerebro se perdió en una selva de explicaciones sin rutas, lentamente movió su lengua para soltar un grito, un llanto que ya no tenía objetivo definido:

___ El amor es como la muerte: nunca descansa.

Fue entonces cuando Rafael Emilio escuchó lo que sólo podía decir alguien que por mucho tiempo, que por edad de los dioses, que por distancias de las estrellas, que por las aguas de los mares, que por las minas de azúcar de los ríos, que por el canto combinado de todas las especies había vivido en el reciclable Universo:

___ Si no puedes avisarme de tu regreso, si no puedes hablarme de tus partidas, si no puedes decirme cuándo tomarás mi cuerpo, por lo menos, cuando estás, sé amable.

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