¿Qué está pasando que los resultados de los últimos artículos, debatidos y aprobados por la Asamblea Revisora, en vez de parecer a la mayoría de los dominicanos y dominicanas pasos de avance en la Constitución, semejan lustros de involución y retroceso?
Con razón la diputada Minou Tavárez ha denunciado el rechazo de una gran parte de la sociedad dominicana ante los resultados: “¿Qué estamos haciendo para tener la ingrata percepción de que la ciudadanía está perdiendo la esperanza de tener una nueva y buena Constitución y casi espera, como tantas veces, otra Constitución que sea reformada en poco tiempo?”.
Ni hablar de lo que significa el artículo que limita el uso de las playas por parte de la población, que como afirma el colega y profesor Néstor Julio González, constituye una gran violación a los derechos de cada hijo de la nación dominicana.
Hasta el arzobispo de Santo Domingo, cardenal Nicolás de Jesús López, criticó la decisión de la Asamblea Revisora de aprobar el pedido de los empresarios turísticos para que se incluya en la Constitución el Derecho a la Propiedad Privada, en este artículo que, en definitiva, tiene que ver con las áreas protegidas, pero que viola lo que con tantos siglos de batallas se ha logrado, la posibilidad de acceder a lo que la naturaleza ha concedido a cada hijo de la República Dominicana como patrimonio de su pueblo.
¿Será entonces que las familias dominicanas tendrán que limitarse de andar por sus playas, ríos, lagos, lagunas y todo lo que se ha reconocido siempre como parte del dominio público y de libre acceso?
¿Qué ha pasado con la debatida “democracia” y ese sentido de equidad por el que ha luchado tanto esta nación?
Si están cansados y sin energías “por tantos días de lecturas y trabajo” quienes están decidiendo el contenido de la Carta Magna de la nación, mejor será que descansen y mediten sobre las aprobaciones más recientes, que para nada responden a los intereses de la mayoría, esa misma que les sostiene en hombros para que lleven a cabo labores así.
