El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) recomienda en un informe titulado "Superando barreras: Movilidad y Desarrollo", que Latinoamérica reduzca “las barreras legales que restringen el movimiento de personas en la región para aprovechar el beneficio que aportan los inmigrantes a sus economías”.
Se reitera en este estudio que el libre movimiento de personas favorece a la economía de las naciones a donde llegan los inmigrantes y el director del equipo de investigación, Francisco Rodríguez, menciona "ejemplos positivos" en relación con las actitudes de las autoridades a la hora de tratar este fenómeno, aunque considera a la República Dominicana como excepción, por la “discriminación que afrontan los haitianos”, según apunta.
Lo que sucede es que el desplazamiento indiscriminado que tiene lugar desde el vecino territorio de Haití a todo lo largo y ancho del territorio nacional, conlleva un análisis más profundo y casuístico, que el señor Rodríguez debía hacer antes de plasmar afirmaciones de este tipo.
No hay que olvidar que países desarrollados como España y los propios Estados Unidos imponen leyes para frenar a quienes llegan por doquier a su territorio, con la consiguiente responsabilidad social que esto implica, llámese salud, educación y el incremento del número de desempleados, etc.
En otras naciones la xenofobia se ha expresado de diversas maneras y no son muchos los medios que ponen a la luz esta situación con la magnitud que merece.
En la República Dominicana se sabe que el índice de analfabetismo es muy alto; que las enfermedades infecciosas y otras que debían haber desaparecido hace mucho tiempo, unido a la mortalidad materna e infantil, son una verdadera preocupación nacional e internacional; que el trabajo infantil es un problema por solucionar; ni hablar del SIDA, Dengue y Enfermedades Raras que aún no se sabe cómo tratarlas. ..Y a todo esto se añade el denominado “problema haitiano”, para el cual el país no cuenta con recursos.
Sería bueno que apareciera en este documento la responsabilidad que tienen los Estados desarrollados con el vía crucis que sufren los haitianos, tras un despojo de siglos que les ha colocado en tan paupérrima situación.
Es cierto que se deben reducir barreras, como expone Rodríguez; pero, desde lo más alto deben responder quienes pueden y deben asumir responsabilidades, no echar más cargas a quien ni siquiera puede con las suyas propias.