A pesar de todo, llegar a Guayubín, municipio de la provincia de Montecristi, significa encontrar hospitalidad y afecto. Y vale destacar las cualidades de hombres y mujeres que, tras afrontar día a día las carencias y abandonos que sufren sus comunidades, aportan lo mejor de sí y sacrifican buena parte de su vida en el afán de transformar realidades y conspirar por un futuro mejor.
Es el caso de Arelis Fanini Rivas, la regidora de Guayubín, para quien hacer y rehacer cuanto puede significa el batallar diario: “Creo que hay que marchar con manos firmes y con optimismo. Por ejemplo, aquí hemos logrado algunas cosas en bien de la comunidad, con esfuerzos muy propios, aunque queda mucho por hacer”.
Recuerda la también la secretaria de organización del PRD en la localidad, que se ha trabajado fuerte en la reconstrucción de la escuela, donde 16 maestros se ocupan de impartir desde los primeros cursos hasta octavo grado a 585 alumnos.
“Por suerte, hemos erradicado bastante la deserción escolar. En la medida que se mantiene el desayuno escolar, se evita que abandonen las aulas”.
– ¿Y con relación a las adolescentes embarazadas?
“Los hogares son los que más influyen en el desarrollo de los hijos con una buena formación moral. Pero, en verdad, se ha fallado en esto, al no impartir en las escuelas un plan de educación sexual. El secretario de Educación debe enviar maestros capacitados para que ayuden a nuestros estudiantes en la materia. Además, adolecemos de orientadores para manejar estos casos de la manera indicada cuando se presentan”.
La regidora plantea que enviaron una carta al Distrito Educativo solicitando el cambio de nombre de la escuela, hoy Santiago Rodríguez, por el de esa gran educadora orgullo de Guayubín, Aurora Tavarez Belliard…
– ¿Qué posibilidades de trabajos tienen los jóvenes en la comunidad?
“En verdad, son pocas las opciones para nuestros jóvenes. En cuanto a profesiones, se resumen aquí en bomberos y maestros. Necesitamos más actividades deportivas. Hay un Studium que el ayuntamiento debe techar, pero es inexistente el apoyo de la secretaría de Cultura, a pesar de que existen tradiciones deportivas muy importantes en nuestra historia.
También estamos interesados en que el banco de Reservas ponga una sucursal en nuestra comunidad, que ofrecerá plazas laborales”.
Héctor Ramírez Viriato, secretario del PRD en Guayubín, observa cómo la carencia de energía eléctrica ha afectado el desarrollo de los oficios, de tal manera que antes existían unos 25 o 30 talleres de muebles y ahora sólo hay unos 4 ó 5.
“¿Usted se imagina? A veces no podemos entregar los arreglos debido a la falta de energía eléctrica. Ese es mi negocio y hasta tuve un accidente, tratando de aprovechar la luz de madrugada para saldar un compromiso de trabajo con unos muebles.
“Encima, las autoridades parecen no escucharnos. Mire usted, el senador de la provincia Montecristi es oriundo de aquí y a pesar de eso no ha hecho nada por nosotros. Cuando se deterioró el puente, tuvimos que recurrir a otras personas que nos ayudaron.
“Trabajamos como sea porque queremos que el pueblo progrese, eso es lo que importa; pero, resulta muy difícil todo y el mayor obstáculo es esa sensación de que nadie parece escuchar nuestras necesidades”.
Y concluye con la aseveración de que, a pesar de levantarse y acostarse con apagones, la factura activa llega con un costo que oscila entre RD$1,300 y RD$1,800.
Para los entrevistados, la falta de oportunidades en el municipio lleva a que se reproduzcan hechos delictivos. “Tenemos un cuartel con muy pocos policías, a veces en las noches sólo hay uno de guardia en su puesto, pero a pesar de todo Guayubín es una comunidad pacífica. Los vecinos fungimos como defensores y si ocurre algo nos llamamos por teléfono y nos ponemos en alerta”, asegura Fanini Rivas.
En cuanto a la Violencia intrafamiliar, en el municipio existe una oficina de la Secretaría de la Mujer, donde se ofrece la asesoría de un abogado. Pero, en general, los casos de violencia de género son remitidos a Montecristi.
Otro hijo de Guayubín marcado por el amor al terruño, a pesar de las distancias, es Ángel Marzán, quien vive en Nueva York; pero, no sólo visita periódicamente su pueblo natal, sino que preside la Asociación de Hijos de Guayubín en los Estados Unidos.
Afirma a DominicanosHoy que “para levantar a Guayubín hay que unir las clases políticas, cuyas contradicciones no permiten avanzar” y ratifica su voluntad individual de mantenerse siempre presto en lo individual y como parte de su asociación en lo pueda hacer por su pueblo”.
Con el síndico de Guayubín, Ramón Francisco Toribio, no pudimos contactar por encontrarse fuera del municipio, en un curso de superación. Sin embargo, fue elocuente la afirmación de los vecinos al denominarlo “prende fogón”, por su constante actividad en función de las familias y la manera en que se comporta ante los problemas comunitarios.
Dejamos a los hijos de Guayubín inmersos en la conformación de un comité contra la tuberculosis y otras enfermedades que pueden afectarles.
La regidora habla con optimismo de la reciente instalación de la primera institución bancaria: la Cooperativa Momón Bueno de Ahorros y Préstamos.
“Es un paso, al menos”, afirma y queda fija la imagen de personas dedicadas a ayudar con todas sus energías al desarrollo de sus pueblos.
¿Carencia de decisiones por parte de quienes pueden arbitrar y aportar en bien de las localidades, que significa hacerlo por la nación?
¿Discordancias entre las figuras políticas que manejan los recursos del Estado?
Lo importante sería “marchar unidos” y “levantar a Guayubín”, sin importar “bandería política”. Los más de 70 mil habitantes de Guayubín esperan que así sea.