Estamos en jornada de homenaje a los amores, a la muerte, en pleno desarrollo de la Feria de todos los Santos, en los cambios sociales y las expectativas que generan nuevos puntos de vista para ejecutar las políticas públicas. No todos los cambios inspiran temor, porque significan evolución y desarrollo enriquecidos con las experiencias adquiridas.
Como en todos los aspectos de la vida humana las palabras mantienen su valor extraordinario al establecimiento de la comunicación necesaria para llegar a mayor cantidad de receptores, mujeres y hombres.
Conocí aspectos del novedoso proyecto español destinado a una administración pública, donde se consideró la redacción de documentos oficiales con una guía de modificación al tradicional lenguaje sexista lo que detonó una lluvia de opiniones diversas.
La propuesta reconocía que parecía un engorro, pero contaban con la decisión de quienes asumían la necesidad de llegar a más personas a partir del uso de la corrección gramatical con perspectiva de género. Desaparecían vocablos excluyentes de lo femenino tan añejos como: los clientes, los proveedores, los trabajadores, los empresarios, los ciudadanos e incluso los funcionarios.
En aras de influir en las nuevas generaciones, ya en Oaxaca, México se aprobó que se incluyera la asignatura de Género en los programas de la educación media y superior pero, ¿qué hacer con las fuerzas vivas de la sociedad que están en activo y deciden?
La realidad es convincente. En Colima, México en las pasadas elecciones para gobernador, el 56% de las personas que ejercieron sufragio fueron mujeres y el 44% hombres como en otros estados ellas están física y conscientemente en la sociedad. Así poco a poco, la práctica social va introduciendo los cambios y entonces se hace necesario dirigirse a una sociedad plural no sólo políticamente sino incluyendo las diferencias de género, etnias, procedencia.
Expresiones legítimas de nuestra lengua, son los vocablos más integradores en femenino o masculino, para contribuir a observar, pensar y tomar decisiones de acuerdo con la amplitud de estas contextos
Para hablar a mujeres y hombres coexisten palabras como la clientela, quienes proveen, las fuerzas productivas y trabajadoras, el empresariado, y en caso de funcionarios agregar funcionarias o personal administrativo, porque las mujeres no son invisibles y en el uso del lenguaje lo que no se nombra, no se conoce, no se tiene en cuenta, no existe.
He ahí la fuerza del lenguaje que perfeccionó la comunicación entre los seres humanos pensantes, aunque fueron los varones quienes accedieron primero a ese conocimiento y lo considerarlo como propiedad exclusiva durante muchos años.
Unas opiniones de Isabel Moya, experta cubana en temas de género explicitan estas valoraciones: “… pienso que no puede haber realmente una comunicación más plural, más democrática, si están ausentes por una parte las voces de las mujeres… se ha logrado mucho desde el punto de vista legal, desde lo simbólico, lo cultural, pero seguimos todavía muy atrás… incluso, aunque hay participación importante de las mujeres en la vida pública, todavía no es así en “los lugares de toma de decisiones”, como dirían en Naciones Unidas.”
Este momento histórico, donde las mayorías decidieron para los próximos años sus cambios y transformaciones, donde no puede quedar al margen el enriquecimiento del lenguaje sin sexismo excluyente.