Barahona.- Laborar durante 33 años en una empresa es digno de ser reconocido, pero dedicarse durante todo ese tiempo a lustrar zapatos, es un trabajo que tiene que ser valorado como positivo por los ciudadanos.
Arturo Moreta Gómez, de 45 años, viene lustrando zapatos desde los 12 años en el parque central Luis E. Del Montez de esta ciudad.
Calificado como el mejor limpiabotas, entre todos los que acuden a estas labores en la principal plaza pública recreativa de esta localidad, Moreta Gómez se gana la vida de esa manera honradamente.
“Con lo que produzco en estas labores de limpiar zapatos, me sostengo y ayudo a mis padres con los cuales aún vivo”, dijo. Arturo, quien nació en el sector El Puente, ahora reside en el barrio Enriquillo en esta comunidad, desde hace años.
Para lustrar los zapatos con Moreta Gómez, sus clientes hasta hacen “filas”, pese a que en la misma área hay otros trabajadores de ese oficio desocupados en el momento.
Indicó que por lustrar un zapato se cobra entre 15 y 20 pesos, “y diez cuando solamente es pasarle el líquido sin pasta y brillo”. “A pesar de mis 33 años laborando en este parque limpiando zapatos, aún me quedan muchos más”, dijo enfáticamente Moreta Gómez.
La mayoría de los que ejercía este oficio se dedica ahora a la venta de tarjetas telefónicas, limpieza de cristales de automóviles o la frutería ambulante, ya que con la proliferación de los tenis cada día son menos los clientes para lustrar calzados. Sin embargo, aún persisten aquellos que tienen clientelas tradicionales en grandes empresas, plazas o parques públicos.
“Limpiabotas marrón y negro, por cinco cheles se los pongo nuevos”, es una expresión que ya no se escucha no sólo por la devaluación de la moneda, sino por la casi desaparición de su protagonista: El lustrador de calzados.
Sin embargo, algunos como Ramón Felipe Ureña y Sergio Angomás, con más de 40 años en el oficio, se resisten a los cambios de los nuevos tiempos, a pesar de que los clientes son cada vez menos.
Y es que las ofertas de supermercados y tiendas de “combos” con todo lo necesario para limpiar zapatos y tenis, se ha convertido en el principal competidor de los limpiabotas.
Pero como ocurre en todo oficio en riesgo de desaparecer, hay quienes se arriesgan en interés de aprovechar los espacios dejados por quienes abandonan ese tipo de trabajo.
Las ventas de tarjetas de llamadas, limpieza de cristales de automóviles, y otras ramas de la economía informal fueron los atractivos que tuvieron muchos limpiabotas para abandonar el oficio.
Domingo y otros días feriados eran común observar a niños y adolescentes caminar por los barrios ofertando sus servicios de lustradores de calzados, así como en parques, colmadones y plazas públicas.