Aquel año 2006, fue denominado “mortal para la prensa”, debido a la cantidad de comunicadores asesinados en nuestro continente, por el simple hecho de exponer sus denuncias ante la opinión pública.
Los años 2007 y 2008 no se quedaron muy atrás. La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), denunció los crímenes cometidos contra periodistas, sobre todo por denunciar las acciones de narcotraficantes y políticos corruptos.
Y resulta que concluimos 2009, con la expresión de alarma de la SIP, por el asesinato de 16 periodistas en lo que va de año, la más alta cifra alcanzada en los últimos tiempos, así como por el acoso a los medios de comunicación en varios países.
En la República Dominicana, periodistas dignos que elevan sus voces para denunciar actos de corrupción, silencios innecesarios y otros episodios que denigran a la sociedad, reciben amenazas y son objeto de venganzas y violencias.
El periodismo sigue siendo un manifiesto poder, sobre todo cuando se habla de libre expresión, sin mordazas, ni decisiones en beneficio político de administración alguna.
La llamada cultura de la transparencia debe fortalecer la democracia y defender los derechos de dominicanas y dominicanos a estar verdaderamente informados: no puede pasar por las acciones de gobiernos, congresistas. Y de la misma manera que defendemos el concepto inviolable de que la Constitución no es una camisa moldeable, el periodismo tampoco puede serlo.
Quienes ejercen el periodismo en el país merecen respeto y protección, por esa labor que enaltece su labor y evade vicios que irrumpen contra el oficio de informar; o, sencillamente, convocan a ejercer una labor complaciente que satisfaga a pretensiones nada éticas ni a tono con lo que debe ser un verdadero periodista.