Del casi 30% de la dirigencia que tiene disgustada el PRD, un segundo hombre se ha puesto los pantalones para frenar lo cruel de una actitud indómita, sectaria y sin un ápice de juicio. Recuerden ustedes que el primero que diera el paso ante lo que se veía acontecer en ese partido fue José Francisco Peña Guaba en 1999, quien por su alta visión y ahora repetida al armar el bloque progresista, es merecedor de un reconocimiento de la clase política dominicana.
Pero, quiero indicarle a Rafael Calderón que sólo un partido puede recibirlo, desde luego dentro del acuerdo político suscrito con el PLD y es el Bloque Institucional Social Demócrata (BIS), desde donde se haría más fácil canalizar los votos del PRD hacia el único partido fundado por José Francisco Peña Gómez. Más fácil porque la practica de un antagonismo mantenido por tanto tiempo entre ambos partidos, creó las bases de un fanatismo que en ocasiones rayó en la irracionalidad, lo que provocaría frenar cualquier tipo de confraternidad espontánea planteada entre ambas agrupación política.
Para los que hemos estado dentro de la política partidaria por tantos años, es duro recibir desconsideraciones y vejámenes, maltratos dirigidos expresamente por un afán de alzarse con las estructuras de poder de un partido que como el PRD ha llenado tantos vacíos en la historia dominicana. Debo admitir que el Partido ha sido secuestrado por un minúsculo grupo de oligarca que pretende manejarlo a su antojo, según sus intereses, que desde hace un tiempo han pretendido controlarlo a fin de echar por tierra los legados que dejara a su dirigencia el otrora líder José Francisco Pena Gómez, quienes a su propio hijo Tony Pena Guaba quitaran una candidatura ganada en buena Liz.
Ha los compañeros que les ha tocado ese camino tan tortuoso, preñado de desconsideraciones que hacen rodar por suelos sus legitimas aspiraciones políticas, es bueno recordarle que llego la hora de detener las barbaries, que ha llegado la hora de hacer valer sus justas y esperadas oportunidades, y que el BIS les espera con los brazos abiertos hasta conseguir la gloria de sus derechos, que no son mas que el de elegir y ser elegido y, que, de no hacerlo así, pues entonces hagan valerlos a través de los canales que confieren las leyes y la constitución o simplemente recurrir a lo interno a otro liderazgo que con firmeza haga valer sus legítimos derechos.