Observando la belleza y perfección del cielo iluminado, me detuve en el camino tortuoso entre el bien y el mal. La reflexión me causa pesar, veo que los bienes materiales son buscados, poseídos en la más alta estima en desmedro de los espirituales, de la ciencia y el progreso, dejando a un lado el amor que Dios nos da.
Si invertimos los términos vemos que lo contrario ocurre en los que le dan a Dios la primacía en sus vidas. No importa que se desate por fuera la tempestad, de seguro, por dentro, la paz inalterable reina en todo su ser y la vida cambia y se mantiene el espíritu con la esperanza de que un día oiremos: “Honestidad-Honestidad” pasando de boca en boca por todas las casas de las ciudades y se extienda por los campos y la gente se abrace unos a otros, con lagrimas en los ojos después de tantos años de terrible corrupción.
Sucederá cuando la generación de los actuales varones desaparezca, desplazada por la nueva generación de hombres, fortalecidos en el amor de familia, de patria y asuman las funciones públicas para servir con honestidad, organización y disciplina.
Ya basta de los varones sanguijuelas chupadores del erario publico. La corrupción es una degeneración de la buena costumbre, evidente perdición, de auto-condena, que arrastra a la humanidad hacia la ruina. Es un desorden moral, consecuencia de la ambición, constituyéndose en una enfermedad espiritual vergonzosa.
Su castigo es ser ya corrupto. Un castigo y daño en si mismo.
Los corruptos viven llamando bien al mal y mal al bien.
El politicastro es el varón del desacato.
Cuando oigamos Honestidad-Honestidad es que estamos en el altar de la realización del Hombre ético y ante la presencia del bien supremo.
Viviendo en las buenas acciones, fluye el amor que es el servicio del hombre por el hombre.
Honestidad es vivir de acuerdo con la naturaleza que incluye la inteligencia, la ciencia, la medicina, la técnica y todos los recursos que el hombre ha recibido de Dios en la creación, para dominar la tierra en obediencia a El.
Los que han abandonado el camino de la razón, están perdidos, confundidos, sus pasos son inciertos, engañosos y todo le será contrario.
Zenón el filósofo maestro del estoicismo disertaba acerca del deber como una acción moral y presentaba la acción inmoral con la palabra HAMARTIA, que contiene la idea del extravío y de fracaso, que en si es la corrupción.
La vida nos enseña que un hombre puede fracasar de muchas maneras: en negocios, en el matrimonio, como amigo, etc. Estos son fracasos relativos, los cuales siempre dejan una posibilidad de desquite ya que uno puede fracasar en estos casos y ser una persona absolutamente respetable. Pero con la corrupción no ocurre así ya que con esta última fracasa como ser humano, es decir, en su realidad básica, en lo que es y no lo que dice.
