Entre los grupos poblacionales más vulnerables de la sociedad, se encuentran las mujeres, niñas y niños.
En la República Dominicana actúan, a veces individualmente y otras en formas de redes, sujetos inescrupulosos que se enriquecen con la detestable explotación sexual, tanto infantil, como con mujeres.
El hecho de que exista en el país tráfico de haitianas hacia este territorio y de dominicanas hacia Europa y otros países para ejercer la prostitución, merece un análisis más complejo que la simple formulación de que estas se multiplican a través de las calles por gusto propio.
La historia señala dicha práctica desde hace muchos, pero muchos siglos… Pero, también se han contado historias veraces de mujeres, a quienes una vez ofrecidas determinadas oportunidades sociales, laborales, económicas, etc, dejan a un lado dicho ejercicio y desarrollan otras responsabilidades.
Lo ideal sería que pudieran contar con tales opciones y no que redes mafiosas las recluten, no sólo en la frontera dominico-haitiana, sino aquí mismo, en el territorio nacional, donde, según la portavoz de la Coordinadora de Mujeres del Cibao, Raquel Rivera, muchas mujeres son víctimas de esas bandas.
De la misma manera que el narcotráfico ha ido tomando fuerzas como enorme bola de nieve, y los jefes de gobiernos han tenido que sentarse a definir políticas definitorias y radicales en este sentido; específicamente, la situación de Haití y la República Dominicana debe ser debatida con detalles por las autoridades.
Se trata de medidas en conjunto, como bien señala Rivera, para erradicar los grupos criminales y enfrentar esta problemática, que no por antigua deja de ser preocupante en el futuro de las naciones y en la lucha por la no violencia contra la mujer.
Que cada una decida qué hacer, pero que no encuentre los caminos cerrados y, encima, delincuentes explotadores a su paso.