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Recuerdo de mi juventud

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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El presidente Ulises Hereaux es cariñoso con mi abuela.

Antes de que las fuerzas de los años oxiden en su totalidad las neuronas, me permito entregarles vivencias que relataron nuestra bisabuela y mi padre.

Bisabuela Altagracia Díaz, oriunda de Higuey, era muy cariñosa y con alegría nos repartía dulce que ella preparaba. Así comenzaba sus relatos: hijitos esta historia no está en los libros. El presidente Ulises Hereaux, que apodaban Lilís, conoció a Juan, mi esposo, cuando un grupo de hombres vino de Puerto Rico con planes de derrocarlo. El propio Lilís los enfrentó y los derrotó, pero lo hirieron en una mano.

Ese hombre era duro como el guayacán. Eso fue en los montes de Higuey. Cuando venía a Macorís a caballo, con un grupo de oficiales iba directo a casa; él decía que Juan era su amigo y que nunca lo traicionaría.

Nosotros vivíamos frente al parque, la parte de alante era la fonda, donde comía mucha gente, era un buen negocio. Lilís entraba con su caballo por el callejón directo al patio. Miguelito, el que pelaba los víveres, le daba maíz y agua al caballo.

Lilís era muy limpio, se lavaba bien las manos, brazos, la cara y se echaba agua por la cabeza. Los caminos eran muy polvorientos. Siempre le traía dulce a veces una muñeca a Anita, mi niña.

Bebiendo café sentaba Anita en las piernas, le besaba la cabeza y decía que era muy bonita, pasándole la mano por los cabellos que eran largo. Eso era en la terraza conversando con Juan. No permitía que nadie se acercara.

El gobernador y varios hombres lo esperaban sentados en las sillas de la fonda, que era un comedor grande. Cuando el pasaba por la cocina miraba los calderos y decía que bien huele.

Al entrar al comedor todos muy rápido se ponían de pie y levantaban la mano derecha como un saludo, yo creo que era mostrando la mano vacía, el era un hombre bronco, no confiaba. Antes de ir a la gobernación montaba Anita en el caballo y agarrándola la pegaba a su pecho y daba una vuelta al parque y me la entregaba. Ahí la gente lo aplaudía mucho.

Un día oíamos una sirena y el secretario del gobernador, montado en un caballo invitaba a ir al muelle que el presidente Hereaux llegaba en un barco de guerra.

Juan y yo fuimos con nuestros hijos, eso fue en diciembre de 1894. Se declaró el día de fiesta. Cuando llegamos al muelle había mucha gente aplaudiendo al Presidente.

Era un barco de hierro, largo, muy bonito y tenía cañones, en la parte trasera tenía la palabra Independencia. El estaba parado en la parte de atrás bajo un toldo hablando con el gobernador y unos oficiales. Cuando el nos vió, levantó la mano llamándonos y caminó hacia donde había una tabla con pasamanos y dijo vengan, suban. Anita corrió hacia él, quien se agachó cargándola y dándole besos, como siempre pasándole la mano por la cabeza.

Entramos a un salón con muebles muy bonito, de una madera brillosa, que el dijo, no son de caoba, eso es nogal. Nos brindó jugo de limón. El tenía un uniforme bien bonito y le dijo a la niña abre esa puerta, lo que está sobre la cama es tuyo. Anita entró y salió muy contenta, con una muñeca grande y él le dijo se parece a ti, mira que largo tiene los cabellos.

Nunca lo había visto tan contento y conversador. Dijo que pronto llegaría de Inglaterra otro barco, que se acabó de andar por el país a caballo. Cada vez que este barco llegue a Macorís los espero, si no vienen es que dejaron de quererme. Juan nunca olvido los tiros en Higuey, enseñando su mano deformada. Tu recuerda debajo de cualquier yagua sale un alacrán, mis enemigos no te miran bien. Esto lo decía en forma jocosa.

Su mente era ágil, su miraba cambiaba cuando algunos hombres le hablaban, como que pensaba algo, con los hombres le gustaba oír y hablaba muy poco. No tenía nada de tonto.

Cuando supimos que lo mataron en Moca, hacían tres días que había estado aquí en el barco, Juan lo visitó, el no salió del barco. Hablaron varias horas, también el gobernador estuvo a bordo y le trajo Anita una funda con caramelos.

La bisabuela cuando terminaba su relato nos hacía repetir una oración y a cada uno le besaba la cabeza y decía a dormir.

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