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El frío: de villano a salvador

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Karen M. Henderson estaba trabajando en una tienda por departamentos en Miami, cuando le sobrevino un infarto masivo, cayó al suelo y perdió el sentido. El primero en llegar a auxiliarla fue un policía, quien por medio de un desfibrilador portátil la revivió. Mientras llegaban los paramédicos, el corazón de Karen se detuvo otra vez. En la ambulancia, sufrió un tercer paro cardiaco y entró en coma.

Son pocas las posibilidades de sobrevivir un ataque al corazón después de entrar en estado comatoso. Las estadísticas muestran que un 75 por ciento de las personas en tal situación mueren.

Mientras Karen estaba inconciente, su mejor amiga y su hermana preguntaron a los médicos en la Sala de Emergencia del Aventura Hospital and Medical Center, adonde la paciente fue llevada, si ella sobreviviría, y en tal caso si quedaría con daño cerebral. Los médicos les dijeron que para evitar tales resultados nefastos iban a probar un nuevo recurso: la hipotermia inducida; en otras palabras, conectarían a Karen a una máquina que le descendería la temperatura corporal por debajo de los límites normales.

Ellas no podían comprender cómo enfriar a Karen de manera extrema pudiera ayudarla, pues de la hipotermia sólo sabían que era una forma de morir, cuando alguien está expuesto a temperaturas muy bajas en aguas o bosques helados. Preguntaron si los médicos tenían la suficiente experiencia para manejar el equipo de hipotermia. Les respondieron que era la primera vez que iban a usarlo. Sin más alternativa, ellas autorizaron el procedimiento.

Durante varios días Karen estuvo inconciente. Se le había salvado la vida, pero saber si quedaría en un estado vegetativo era un gran misterio.

“Me morí tres veces”, cuenta Karen un mes después. “Lo único que recuerdo de los tres días que estuve en coma, fue que llegué a la casa donde me crié y adentro estaban todas las personas más queridas que se me han muerto, mis padres, abuelas y tías. No tenían cuerpo humano, las veía como rayos de luz, pero yo sabía quién era cada una. Una de mis abuelas, la que era la matrona de la familia, me dijo que yo no podía entrar allí, que regresara a casa”.

Karen ha regresado a su hogar y se recupera con medicamentos, dieta y ejercicio, satisfecha de haber podido conservar sus funciones cerebrales sin daño ninguno.

La Dra. Christine Pierre, neuróloga afiliada con el Hospital de Aventura y quien observó a Karen en emergencia y cuidados intensivos, explica que algunos hospitales están adoptando los nuevos lineamientos de la Asociación Americana del Corazón para el tratamiento de infarto cardiaco usando frío extremo.

“Estudios clínicos ha mostrado que la hipotermia inducida en pacientes resucitados después de un ataque al corazón ayuda a prevenir daños neurológicos y mejora los resultados. El caso de Karen es una buena muestra de los beneficios de este avance,” expresa la Dra. Pierre.

Estela Carmona, enfermera registrada y directora de la sala de emergencias del Kendall Regional Medical Center, otro de los hospitales que está usando esta estrategia en Miami, coincide al explicar que el problema cuando una persona sufre un ataque al corazón es que se para la circulación y no llega sangre a los órganos vitales, por consiguiente no se oxigenan y se presentan daños que pueden ser irreparables, o aún la muerte. “Se ha encontrado que la hipotermia terapéutica, al bajar la temperatura del cuerpo tres o cuatro grados, es útil para proteger esos órganos”, dice.

La hipotermia se puede inducir de manera externa o interna. Cuando el paciente es resucitado por medio de masaje cardiopulmonar y respiración artificial, se puede enfriar en la misma ambulancia por medio de compresas.

Arctic Sun, uno de los fabricantes del equipo no invasivo que permite mantener a un paciente en hipotermia inducida dentro de una ambulancia, explica que al descender la temperatura corporal se hace más lento el metabolismo; eso quiere decir que los tejidos y órganos necesitan menos oxígeno y nutrientes para mantenerse saludables por más tiempo. Básicamente este sistema consiste en almohadillas de un material especial por el cual puede correr agua fría impulsada por una bomba. Estas almohadillas se ponen al paciente en el pecho y la espalda.

“Al llegar el paciente al hospital, nuestro trabajo es mantenerlo en hipotermia durante 23 horas, hasta que sale de peligro”, expresa Carmona. Para lograrlo, se conecta el paciente a una máquina que de manera intravenosa le hace circular líquidos fríos.

Uno de los fabricantes de tales equipos, llamado Alsius, asegura que el sistema invasivo ha mostrado ser 64 por ciento más efectivo que las técnicas de enfriamiento superficial en la reducción de fiebre en pacientes de la unidad neurológica de cuidados intensivos. En un estudio realizado, los pacientes enfriados con sistema intravenoso tuvieron un incremento del doble de posibilidades de sobrevivir, y tuvieron una reducción significativa de la mortalidad y una mejoría favorable de la recuperación neurológica.

La manera en que funcionan estos equipos es relativamente simple. Un catéter se inserta en el sistema venoso central del paciente quirúrgico o críticamente enfermo (inserción femoral, subclavia o yugular interna). El sistema de regulación termal controla la temperatura de una sustancia salina que circula a través del catéter, mientras un sensor remoto monitorea la temperatura del paciente.

De esta forma, el frío que puede ser mortal, controlado en las salas de emergencia de los hospitales se ha convertido en un verdadero salvador.

Para más información escriba a INTL@hcahealthcare.com; llame al 305-222-6750; o visite hcasaludinternacional.com

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