Lo conocí en los afanes políticos, tuve la oportunidad de tratarlo en mi condición de periodista y colaborador suyo. Quienes me tratan saben que a pesar de que no estoy a su lado en estos momentos en el PRD, no permito que en mi presencia se hable mal del presidente, del amigo, prefiero que callen, o irme del lugar.
Desde que salió del poder no volví a verlo, hasta que nos juntamos, junto a amigos y conocidos, en su casa campestre de Jarabacoa. Ahí estuvo Amable Aristy Castro y algunos de mis entrañables amigos de Puerto Rico. De eso hará mas de dos años, no lo he vuelto a ver.
Como siempre jovial, chistoso, nos hizo algunas que otra anécdota de su paso por el poder. Como aquella, cuando visitó como Jefe de Estado a un país hermano, que ahora no me viene a la memoria, y lo hospedaron en un lujosísimo hotel, en una suite de la más confortable, y él pidió que lo llevaran a un hotel y una habitación de menos costos y más sencilla.
Así es Hipólito, el político, el hombre. Es ese que tiene la boca dura y el corazón de Dios.
Siempre se muestra cual es, desciende él al terreno de su semejanza con los demás, es así que humaniza al político que hay en él.
Él creció en un ambiente de gente dedicada al trabajo, siendo una mezcla de los mejores valores de su pueblo: laboriosidad, consistencia, perseverancia, experiencia, responsabilidad y entusiasmo.
El que lo conoce bien, el que lo trata, dice que él ante todo es un amigo que lo da todo en el plano de los valores humanos, principalmente en los principios éticos y en las virtudes propias de los hombres de respeto de la zona rural. Por eso es famoso entre sus amigos de infancia.
Su estilo crudo de decir las cosas, se ha prestado a comentarios falaces de quienes están acostumbrados a la “mentira constitucional”, como diría el escritor Carlos Fuentes, que no es mas que hacer el oficio político de viejo cuño, cuyas características son: tratar de engañar a los demás en todo momento, no importa el medio, porque el fin justifica los métodos.
En él nunca ha estado, ni dentro ni fuera del poder, “lucir bien y quedar bien con todos porque lo más importante es que se le rinda culto a la mentira mercadeada por las políticas electorales, sin importar los principios”.
Él ha hecho historia con su estilo que, aunque incomprendido por muchos, no es ya extraño a los dominicanos, con su verbo a veces incendiario, pero con el valor de la verdad de por medio, y que sabe respetar a sus adversarios.
Él, que no ha usado nunca la calumnia para hacer política, que ha sido un pedestal de sinceridad, ha sido víctima de esa forma vil de ejercer lo que Duarte definió como el oficio más noble luego de la filosofía.
Por esas razones ha sido un político atípico fuera de serie.
Sé que habrá quienes nieguen estas cosas, así como niegan toda obra, todo gesto positivo en su Gobierno.
Por ser como él es, le hicieron una conspiración financiera a su gobierno. Y lo satanizaron cargándole toda la responsabilidad de la crisis del 2003, que colocó al país casi en el colapso.
¿Acaso fue Hipólito quien quebró los Bancos, derribó las torres gemelas de Nueva York?
Todo sabemos y sentimos las consecuencias, los efectos económicos que estos acontecimientos nacionales e internacionales causaron en nuestra frágil economía.
Ante esos acontecimientos él tomó las medidas de lugar. Metió presos a los banqueros corruptos. Hoy se ha demostrado que la crisis económica la produjo la quiebra fraudulenta de los bancos.
Ante la crisis que se presentó, el PLD y Leonel Fernández, sin importar el sufrimiento del pueblo, sin pensar en la democracia y la gobernabilidad del país, con su oposición descarnada y en contubernio con los grandes y tradicionales sectores económico del país, profundizaron la crisis para ganar adeptos, votos, y volver al poder.
Así orquestaron una campaña descomunal y sin escrúpulo contra Hipólito Mejía.
Hipólito ha dicho que ya está bueno, ha salido al ruedo político a organizar, aglutinar su fuerza política, él está en su pleno derecho de activarse, de buscar la posición que quiera en el PRD, aunque muchos consideremos que no es su momento, que el momento es de Miguel Vargas, para renovar y actualizar al partido blanco.
Los que lo han atacado durante estos años han sido unos perezosos, corrompidos, cobardes, charlatanes, los ávidos de dineros del erario público.
Que lo sepan sus enemigos gratuitos, todo a su tiempo. La verdad es como el corcho, flota.
Asumo la responsabilidad de decir estas cosas, de escribir lo que pienso, yo que vivo de lo que trabajo, que lo defendí cuando era presidente, sin recibir órdenes de nadie, ni hacerme rico desde su gobierno.
Siempre he dicho que el presidente que no mata, ni roba, y que asume, como lo hizo Hipólito, meter preso al que lo haga, tiene asegurada la gloria bendecida del pueblo.
Siempre recuerdo la historia de Pericles, que personalizó el período de grandeza de Atenas, que hizo posible el acceso a los más altos cargos del Estado a (los arcontes) la clase popular, que se apoyaba siempre en la verdad, que embelleció a Atenas con formidables monumentos, que no descuidó la defensa de la ciudad, pero tuvo también muchos críticos, detractores, que le acusaban de arrogante, soberbio, demagogo con su pueblo y de cruel con su adversarios.
La historia de los gobernantes de hoy y de siempre ha estado preñada de luces y sombras, de mezquindades y bajezas motorizadas por sus adversarios políticos.
Usted, Hipólito, no ha sido la excepción.
El autor es periodista
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