Es cierto que la fe “mueve montañas” y hace andar, aún en los tiempos más difíciles. Este 21 de enero, dominicanas, dominicanos y personas de diversas nacionalidades realizan el tradicional peregrinaje hacia la Basílica de Higüey y muestran su amor infinito a la Virgen de la Altagracia, Protectora de esta nación.
Y claro que los sufrimientos hallan en esta expresión de crédito una vía para fortalecer el espíritu, con la satisfacción de las promesas cumplidas y el emprendimiento de otras como líneas de acción en el futuro inmediato.
El paso de los siglos registra memorias de religiosidad y culto a “la representación feliz del misterio de la Maternidad Divina de María”, que es, en definitiva, la Alta Gracia.
Una vez más se repite este año lo que la historia recoge como la más antigua devoción registrada en América. También son las homilías vías para exponer el dolor por las tragedias que sufre la sociedad dominicana, esta vez superada por los sufrimientos del hermano pueblo de Haití como consecuencia del terremoto que les azotó el pasado 12 de enero.
A las carencias, problemas sin resolverse con las escuelas, viviendas y servicios médicos; el narcotráfico, la violencia y otros males que sufre la sociedad dominicana, se impondrá la realidad haitiana. También por la fe se abren los poros de la solidaridad que durante todos estos días acompaña cada hora de tristeza del hermano pueblo.
Para cualquier criollo o foráneo, resulta un verdadero privilegio visitar Higüey, capital de la provincia de La Altagracia, en la parte más oriental de la isla. Allí, donde se erige la Catedral, Basílica de Nuestra Señora de la Altagracia, primer santuario de América, la veneración a la "Tatica, la de Higüey" constituye este año otra prueba de fe, solidaridad humana y esa esperanza de los fieles devotos porque se puedan superar momentos tan difíciles como los que han transcurrido en estos días. Sin duda, habrá infinitud de pedidos y plegarias este 21 de enero…