La Comisión Económica del Partido Revolucionario Dominicano tiene razón: el plantón chavista trastorna de manera significativa la planeación económica del Gobierno para el año 2010.
Los 131 millones de dólares que ingresarían por la venta a Venezuela del 49% de las acciones en la Refinería Dominicana de Petróleo, formaban parte de los ingresos estimados en el Presupuesto y en el acuerdo Stand-by con el Fondo Monetario Internacional. Habrá que hacer malabarismo para sustituir esos ingresos, en una presupuestación cargada de financiamientos.
La situación es más grave aún si se toma en cuenta que la tragedia haitiana se ha constituido en una imprevista erogación de fondos contemplados para otras acciones.
Pero lo mejor fue que ocurriera ahora y no después.
Desde mediados del año 2008, cuando se anunció con bombos y platillos, la intención de asociarnos con Venezuela en la operación de la Refinería, me había opuesto sistemáticamente a ese paso, y mi principal argumento era que se le estaba otorgando una patente al presidente Hugo Chávez para inmiscuirse en las acciones del Estado dominicano más allá de lo tolerable.
Se argumentaba en contra que de todas formas somos dependientes del suministro del petróleo venezolano en las generosas condiciones pactadas en el acuerdo de Petrocaribe, que Venezuela haría las inversiones necesarias para la modernización de Refidomsa y que el contrato no incluía ningún aspecto que lesionara la soberanía.
Pienso que estratégicamente era inconveniente depender del 100% del suministro de petróleo venezolano, porque cuando Chávez estuviese disgustado por cualquier decisión del Gobierno, podría repetir lo que ya hizo en dos oportunidades en la administración de Hipólito Mejía: retener los envíos, y si fuera Venezuela a la vez la manejadora de la Refinería, ¿Cómo haríamos para suplirnos en otros mercados?
El otro eufemismo era que supuestamente Venezuela no controlaría las decisiones en el consejo de Refidomsa porque solo tendría el 49% de las acciones. Sería la primera vez que el dueño del capital y de la cadena de suministro, permanecería sumiso frente a un socio endeudado con él hasta los tuétanos.
No hubo que esperar mucho para darse cuenta de que Chávez lo que pretendía comprar era la soberanía del Estado dominicano, porque ha bastado con que el presidente Leonel Fernández diera algunos pasos independientes en política exterior, para que Venezuela declarara, en forma desenfadada, que no le interesa el negocio.
El presidente Fernández desarrolló dos cumbres en las que Chávez no contó, la primera fue la concerniente a Haití, de gran impacto, pero en la que como mandatarios sólo estuvieron los de la isla, y la segunda y la más irritante para él, fue la cumbre con el presidente electo de Honduras, Porfirio Lobo Sosa, cuya legitimidad ha sido oficialmente reconocida por la República Dominicana.
Si bien en política exterior estamos obligados a celebrar los chistes de Chávez y a alimentar su megalomanía, no podemos obviar al coloso del norte, nuestro principal socio comercial, contra el que él vive despotricando sin consideración.
¡Qué bueno que Chávez nos deshizo un grave error!