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Un gran árbitro

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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En el Partido de la Liberación Dominicana hubo muchos aspirantes que hicieron planes en base a un presupuesto erróneo: el de que se levantarían bajo el impulso de un Leonel Fernández vengativo y sectario que emplearía el actual certamen congresual y municipal para ajustar cuentas con aquellos senadores, diputados, síndicos y regidores que no estuvieron de su lado en la refriega interna por la candidatura del 2008.

Esa creencia fue alimentada desde la cúpula partidaria por dirigentes que han acuñado proyectos presidenciales sobre las mismas expectativas.

Pero por la cabeza del presidente Fernández pasaban objetivos más trascendentes que el de instituirse en jefe de un grupo, meta totalmente absurda para quien tiene condiciones de enseñorear un liderazgo sobre todo un conglomerado.

Leonel sabe muy bien lo que el Diablo le planteó a Jesús en la obra de José Saramago, intentando persuadirlo de que el Mesías era doble agente, del Cielo y el Infierno. La idea era que “dondequiera que usted pregone el nombre se su padre, también estará pregonando el mío”, esto es que el que crea una fuerza también genera la contraria.

Si el presidente Fernández, aunando la fuerza de su liderazgo a la del Estado, hubiese salido a imponer los candidatos internos, el panorama victorioso que tiene hoy proyectado el PLD no hubiese sido tan obvio.

El líder que sale a apoyar candidatos internos, se gana el respaldo incondicional del beneficiario de su endoso, pero cosecha el rechazo de los perjudicados. Nadie ha llegado muy lejos en política engrosando rechazo.

Por eso el presidente desmontó la planeación externada en asamblea por un grupo de influyentes funcionarios que tenían el propósito de reeditar en el panorama congresual y municipal, la lucha interna de la campaña presidencial.

Dos pasos enrumbaron al PLD, por la ruta que emprendió de fortalecimiento de su unidad. Primero el encuentro que llevó a cabo Fernández con la otra gran figura, querida y respetada por los peledeístas, Danilo Medina.

El segundo, la ratificación del propósito de priorizar la fortaleza partidaria, en una reunión más amplia con quienes han expresado intención de batallar por la candidatura.

En el PLD no se coartó el derecho a aspirar, se creó el espacio para que cada quien pudiera hacerlo en función de sus méritos y de su desempeño, y se trazó una regla que todos respetaron: los candidatos serían los mejores, sin reparos grupales.

Después que todo el que quiso correr para una candidatura senatorial trabajó a lo interno y se promovió, por encuestas se determinó, en cada caso, la mejor carta de triunfo; donde las encuestas no establecieron grandes diferencias se celebraron primarias, y sólo dos senadores, imbatibles en las encuestas, fueron a primarias por insistencia de quienes los confrontaban.

Los diputados, síndicos y regidores, sin importar que se tratara de gente tan populares como Juan de los Santos y Roberto Salcedo, tuvieron que ir a primarias.

Hubo un montón de irregularidades, pero el PLD no ha sido afectado. El envidiable posicionamiento, lo debe en justa proporción, al excelente rol que se ha impuesto a sí mismo el presidente Fernández, actuando como un gran árbitro.

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