El hecho de que la crisis financiera internacional se haya relegado a un segundo plano, desde el punto de vista informativo, no significa que haya desaparecido y mucho menos para los llamados pueblos del Tercer Mundo.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), ha llamado la atención sobre una nueva subida del precio de los alimentos para el actual año.
En el país, tal y como se publicó en estas mismas páginas, el Banco Agrícola y la Junta Agroempresarial Dominicana se han comprometido con lo que debe ser objetivo de primera fila: fortalecer el crédito en el campo a través de un mayor flujo de recursos financieros a la entidad bancaria.
En tal sentido se prevé una mejor canalización de las tasas de interés para agricultores y ganaderos, de manera que los productores agropecuarios sientan que poseen con la reforma a la Ley 4314,
“un instrumento de protección, transparente y regulado, que les permita hacer frente a las consecuencias económicas que se registran en las operaciones agropecuarias tras la ocurrencia de fenómenos naturales incontrolables”.
En realidad, ya es hora de poner los sentidos en esta dirección, pues está más que visto que
las inversiones en la tierra no sólo pueden garantizar esa sostenibilidad del financiamiento a la cual se ha aspirado siempre; sino, además, a modernizar y favorecer los ciclos productivos que, consecuentemente, mejorarán la solvencia financiera del sector agropecuario y, en definitiva, ayudarán en la lucha contra el hambre que muchas familias dominicanas enfrentan día a día en el territorio nacional.