Grande fue aquella vez el estremecimiento cuando se supo del terremoto prolongado de 7,9 grados en la escala Richter, que afectó a Lima y, prácticamente a todo Perú, en el año 2007, con un balance de centenares de muertos y miles de heridos.
El caos por organizar la entrega de ayuda enviada desde diferentes países y organismos internacionales a los damnificados fue, como señalaron los medios: “dantesco” y la supervivencia devino arbitrariedades, anarquías y violaciones públicas.
En Haití, las cosas han sido aún peores tras el fatídico terremoto del 12 de enero, las donaciones han tenido la posibilidad de realizarse a través de territorio dominicano y utilizando a este como base operativa; pero, igualmente se han repetido las indisciplinas vandálicas y no menos “dantescas” han sido las escenas que han seguido tras el sismo.
Según el presidente dominicano, Leonel Fernández, la reconstrucción de Haití requerirá de unos 10.000 millones de dólares y a través de un programa de alrededor de un lustro deben fortalecerse las instituciones y la democracia haitiana.
En tal sentido trabajan funcionarios de ambas naciones, en tanto que la Cumbre Mundial para dicha reconstrucción ha sido postergada, según se conoció recientemente.
Aunque se habla de “planes concretos que presentarle a la comunidad internacional”, y de encuentros previos con los países donantes, las circunstancias haitianas son harto conocidas y en medio del sufrimientote de ese pueblo, que por supuesto es para dominicanas y dominicanos propio e inherente, sería factible entre quienes donan y ayudan, emplear cada táctica con la insustituible acción de “enseñar a pescar” cuanto antes mientras se ofrece el pescado… Ahora o nunca. Haití no soporta más posposiciones.