Impresionante resulta encontrarnos de manera cotidiana con palabras viejas en los medios audiovisuales y en la prensa. Esa necesaria gota de información a la que acudimos para orientarnos antes de salir de la casa y bebemos con avidez del producto comunicativo que nos llega a través de la radio, la televisión, el periódico o abriendo Internet.
Cada día se incrementa la responsabilidad social de quienes se desempeñan como profesionales de la comunicación, periodistas, editores, directores, no utilizo el artículo los en plural, porque daría una información errada, presumiendo que tales profesionales de la palabra, solamente son varones y no es así.
Cada material satisface la necesidad humana de influir en su colectivo, no por gusto somos seres sociales sexualmente diferenciados. Publicaciones con opiniones diversas, aportan tanto como una clase académica, hoy para tomar como ejemplo, el tema histórico del Bicentenario de la Revolución Mexicana, a partir del cual las nuevas generaciones aprecian las influencias incorporadas de otros procesos sociales a la conformación de la nacionalidad mexicana.
El perfeccionamiento profesional de los productos comunicativos incorpora aportes sociológicos, psicológicos, digitales, de Programación Neurolinguista, de Artes Plásticas, y muchos otros secretos que enriquecen la percepción individual. Nada queda aislado, porque también se agregan la ideología y los prejuicios que persisten en cada profesional de la comunicación.
Si el lenguaje refleja y reconstruye la realidad, como argumento en las páginas del libro “Mujer…palabra divina” editado en 2009, por el Instituto Colimense de las Mujeres, hay que desentrañar el mensaje con perspectiva de género, analizar cómo se fue manifestando en el tratamiento de temas públicos, las analogías y diferencias de la presencia masculina y femenina en la sociedad, desde la familia, la comunidad y en la relación pareja.
Para revolucionar los contenidos, valores, apreciaciones, se impone repensar las nuevas formas comunicacionales, incluidas palabras que existen y no se usan por facilismo y tradiciones implantadas por la cultura de masculinidad: Sólo los varones accedieron al saber y lo expresaron asumiendo un concepto de la llamada “generalidad” que supone a la mujer incluida. Como si fuera posible anular esa diferencia.
Resulta tan sutil, esa integración que se manifiesta además de las palabras, con la dramaturgia, la fotografía, el humor, los spot, la poesía, la publicidad y la música. Si analizan los versos de las canciones de Paquita la del Barrio contra el adúltero, son similares a las agresiones que durante muchos años se cantan contra la mujer perjura. Pero ella, altera el orden establecido.
Los soportes tecnológicos para conformar opinión pública avanzan vertiginosamente y el lenguaje sexista se resiste al cambio argumentado por las normas masculinas del leguaje tradicional.
Desde la familia, madre y padre, hijo e hija deben considerarse en su identidad con diferencias cotidianas y culturales, los medios de comunicación debemos aportar los elementos necesarios sin exclusiones discriminatorias.
Dedicamos espacios analíticos a temas campesinos, policíacos, obreros, internacionales, históricos o económicos, en todos coinciden hombres y mujeres pero ellas, continúan invisibles, lo que genera retraso en la aparición de conceptos incluyentes para modificar actitudes ante los ascensos alcanzados por las mujeres dentro de los procesos sociales. La opinión pública también cambiará.
*Maestra en Ciencias de la Comunicación