Este pasado 27 de febrero, el actual presidente de la República, doctor Leonel Fernández, pronunció un discurso que llenó todas las expectativas de la Nación, conceptualizó bien, dio informaciones sobre el estado de las cosas que no parecieron fábulas y creó confianza y esperanza.
Por primera vez pareció más un estadista que un candidato en campaña, fue como si siguiese, punto por punto, el librito que en los últimos meses ha estado difundiendo el presidente Barack Obama, manual que hace énfasis en hacer las cosas correctas de acuerdo a las necesidades de la sociedad no de acuerdo a las necesidades del político candidato. Y admito que aplicó bien el librito.
Donde se le tragó el nudo fue cuando abordó el dilema del tráfico de drogas. Allí actuó como el “intelectual engreído, pero inmoral”. Para satisfacer el elemento de conceptualizar, primero dio las informaciones, conocida en todos los rincones del mundo, de que en la actualidad unos 240 millones de seres humanos son consumidores, ubicados la mayoría en Los Estados Unidos de Norteamérica y en Europa. Ese mercado tiene un poder de movilización de capital de unos 500 mil millones de dólares anuales.
Dijo, sin explicar, y ahí fue donde quedó más clara la inmoralidad al abordar el tema, que el 90 por ciento de la cocaína se produce en Colombia.
Un dato que Leonel sabe y ocultó: para los indígenas de Perú y Bolivia, la coca es una hoja sagrada, es como para nosotros el arroz, y se negaron en todo momento a convertirla en el veneno que los químicos alemanes la convirtieron. Entonces, estos inversionistas empezaron a buscar el lugar ideal donde producirla, a buscar el lugar donde existiera una población carente de “prejuicios morales”, y encontraron a Medellín, una ciudad poblada por “paisas”, es decir, judíos, cuyo único interés, cuyo único amor, cuya única esperanza es la Plata.
Elegido el lugar, el Departamento de Estado, en cooperación con los perversos ejércitos latinoamericanos, inició la lucha antidrogas, bombardeó todas las áreas productivas de Coca en Perú y Bolivia. La estrategia funcionó maravillosamente: no se logró bajar la producción, sino que generó que se traslade cada vez de un país al otro, cuando no de una región a la zona vecina. Esta guerra hizo caer la producción de 140 000 a 40 000 Hts.
en Perú y de 35 000 a 5 500 Hts. en Bolivia, pero la producción se trasladó a Colombia donde cuenta ahora con más de 120 000 Hts. que producen cuatro veces al año bajo la custodia del ejército norteamericano. El presidente Fernández sabe eso, el presidente Evo Morales se lo ha explicado con lujos y detalles, pero no se atreve a decirlo, no se atreve porque sabe que decir esa verdad implica acusar al gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica.
Ahora, tiene que jugársela y expuso los datos. Habló del consumo, diciendo dónde se hace, habló de la producción, diciendo donde se hace, ocultó decir que es el Estado quien la comercializa acusando de ello a los “narcotraficantes” y para finalizar se comprometió a seguir la estrategia norteamericana de obligar a los asesinos natos infiltrados en el negocio a que se maten entre ellos y así dejar el camino libre para que se legalicen las drogas, pero que el negocio quede en manos de las corporaciones de las drogas norteamericanas y europeas, sobre todo alemanas.
Hace mucho tiempo que los poderes factos, esos que hacen negocios con los dolores y las necesidades humanas descubrieron que ellos siempre pueden entenderse con los “intelectuales engreídos, pero inmorales” porque todos los inmorales son cobardes, les temen a los poderes del Estado como el vampiro a la estaca. Y el temor, entonces, lo conduce a decir cosas y a hacer otras, que van en contra, incluso, de su propia conciencia. Así, por ejemplo, sus propuestas para combatir el “narcotráfico” van en contra de verdades que el hombre conoce hace más de 50 mil años.
1- Las bandas estatales son las que han penetrado, siempre, las sociedades. Y Leonel más que nadie, más que ningún otro dominicano, lo sabe.
2- Fortalecer las instituciones en contra de las tendencias del mercado es un perfecto disparate. Y Leonel más que nadie, más que ningún otro dominicano, lo sabe.
3- Lanzar amenazas contra los asesinos natos infiltrados en el negocio es exactamente lo que los excita, lo que le da vida a su perversidad. Y Leonel más que nadie, más que ningún otro dominicano, lo sabe.
4- Así que su estrategia está llamada a complacer los intereses de las corporaciones norteamericanas de las drogas, no a ayudar al pueblo dominicano. Y Leonel más que nadie, más que ningún otro dominicano, lo sabe.