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Cuando el hambre es un negocio (I)

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Según estudios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), tal y como reiteró ante la sociedad dominicana el ministro de Trabajo, Max Puig, el 40% de los dominicanos vive en la pobreza y el 20% sobrevive en tales condiciones.

De manera que, según las últimas estadísticas, se cuentan aquí unos 10 millones de habitantes, 4 millones de ellos pobres, y 2 millones viven en la extrema miseria y lamentablemente, no hay que ir muy lejos para ver a indigentes de todas las edades que deambulan por las calles.

El Papa Benedicto XVI se ha referido con gran preocupación a los muchos sufrimientos de la humanidad, y según su criterio el egoísmo humano hiere a la creación de muchas maneras.

Aquí, en la República Dominicana, la riqueza se concentra, visiblemente, en manos de unos pocos. El espejo de lo que ocurre en el mundo está frente a las propias narices.

Max Puig ha dicho en voz alta lo que cada una de las familias dominicanas se repite día a día: la economía registra niveles de crecimientos, pero estos no se reflejan en los hogares, en la alimentación, la educación y atención médica de los hijos, envejecientes y población en general.

La prensa internacional conoció, a finales del pasado año, acerca de la propuesta de Nestlé, quien se presentó durante una conferencia el sector privado y de la FAO como posible solución al problema del hambre en el mundo.

Se sabe, además, como esta multinacional ha sido denunciada por promover el consumo de leche para bebes que ellos producen, en detrimento de la lactancia materna en los países en desarrollo.

De todos modos, la realidad es que mientras el hambre siga siendo un negocio para las trasnacionales, los políticos en campaña y gobiernos que no priorizan a las mayorías hambrientas, este flagelo continuará dominando y devorando al mundo.

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