La secretaria de Estado de Cooperación de España, Soraya Rodríguez, considera que la reconstrucción de Haití debe abrir caminos nuevos que se alejen de los viejos surcos recorridos por la comunidad internacional.
El tema es harto conocido y más que reiterado. Si bien Rodríguez afirma que se transitó en el pasado hacia un fracaso colectivo, en lo que a Haití se refiere, la memoria de los períodos históricos queda sentada en los libros imperdibles de la humanidad.
En un pasado no muy remoto, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, reconoció que la crisis de Haití no se solucionaba de forma espontánea. Planteaba Insulza que la OEA mantenía una misión especial en la vecina nación para contribuir con el gobierno: “estamos trabajando en un programa para una nueva etapa en Haití”, dijo en esos momentos.
Pero, la situación se ha complicado, no sólo por el terremoto que les azotó recientemente. Los retos que enfrenta la realidad haitiana requieren de un respaldo legislativo, en un contexto de urgencias que integra todas las materias de asistencia humanitaria, reconstrucción, desarrollo, seguridad: menos armas y más justicia.
Y por su vecindad con Haití, corresponde a la República Dominicana el enfrentamiento a la recepción del flujo migratorio, agudizado desde los inicios del siglo XX, para el cual está incapacitado el país, debido a sus limitadas condiciones sociales.
Las grandes potencias reconocen su responsabilidad mayor en el caso haitiano.
A dos meses del terremoto la funcionaria española menciona la conferencia de donantes que se celebrará en Naciones Unidas y “que debe convertirse en una oportunidad no sólo para el futuro de Haití, sino también para enmendar los errores cometidos por la comunidad internacional”.
Ojalá voluntad y compromisos den resultados y la conciencia signifique pronta ejecución, sobre todo en estos tiempos, o los problemas podrían agudizarse más en detrimento, además, de la nación dominicana.