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Mi abstención en las elecciones

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Como no aceptan “votar por ninguno”, decido no votar, así no estoy votando por ninguno. ¿Por qué no voy a cumplir con este deber?. No soy juguete del mundo exterior. Son enemigos de la patria los que van al poder para hacerse millonario. Cuando el deber apoya al no ético, no es deber, es un acto indigno. Nuestro deber es una acción de la razón, es el accionar moral. Puro, diáfano en todos los aspectos. Votar por un tránsfuga es una desgracia como la mentira.

Soy apático, no permito que los sentimientos me dominen, ejercito el estoicismo y no estoy de acuerdo con las desvergüenzas, inmoralidades del corralito, nepotismo, venta de carros exonerados, transfuguismo y la corrupción en todas sus vertientes.

El mal social del corralito se traga del erario público 158 millones de pesos al año, dinero que bien falta para la salud y educación.

La sociedad dominicana está dolida, herida, se oyen voces: “Barrilito asquerosa basura”, “Nunca he estado de acuerdo con la entrega de dinero a los partidos políticos”, “conducta falsaica”. Y un espíritu con muesca Cesariana desde el Curul de los intocables gesticula. “El barrilito es un caso cerrado”. Oídos sordos a los reclamos de honestidad.

En el año 1950 leía en la Asociación de Jóvenes Católicos en la ciudad de Miami, Florida. Lo siguiente. Rudyard Kipling se expresaba a una clase graduada de una universidad. “No os preocupéis por el dinero, ni por el poder, ni por la fama, porque un día os encontrareis con un hombre que ya no desearía ninguna de esas cosas y entonces veréis cuan pobre sois”.

Hoy, 60 veranos después de esta lectura, es bastante lo palpado y vivido, que la certeza clara y manifiesta me dice, que nos quedamos con lo que somos y no con lo que poseemos.

Observando el vergonzoso circo de los llamados partidos políticos con una ausencia de dignidad que es el transfuguismo, entiendo que nos están diciendo que continuarán las orgías pecuniarias alimentadas del erario público.

¿Que indican todas las desquiciadas actividades políticas, rebatiñas tras rebatiñas?. La respuesta es evidente. Urge una generación de profesionales honestos, dignos, que den vigencia al Decálogo Duartiano. Salvar la patria con el ejercicio de la moral de la razón justa, que es el árbitro de bienes y malos. Todo aquello que la razón aprueba es consistente y durable, fortalece el espíritu y lo eleva a la altura donde morará para siempre. Esa es la dignidad humana que engrandece a los pueblos. Los demás es pura moral hipócrita.

Duele en lo más íntimo ver como entregan las riquezas mineras en contratos onerosos. Siempre hay lugar para revisar, anular y proteger los bienes que la naturaleza nos otorga.

En la ruta de la vida hay un deseo que todos comprenden y buscan, esa necesidad de estar en los justo, lo que se merece cada uno de acuerdo a sus posibilidades. Esta condición humana la han usurpado. Lo hemos tolerado.

Antes de tomar una decisión, debemos analizar, con la íntima sinceridad ver lo que está bien o mal, es decir, lo que está de acuerdo con la dignidad de la persona o lo perjudica. En mi casuística moral hago una especie de gimnasia moral, y, me planteo la solución de casos morales, como es el de votar. Con mi conciencia me cuestiono personal y vivencialmente lo que tengo que hacer, en una circunstancia concreta.

Sería inmoral dar mi voto a un conocido tránsfuga o a un consuetudinario corrupto, que ignoran las leyes divinas, fuentes de las leyes creadas por los hombres. Esos millonarios hacen daño a la colectividad aferrados a la avaricia de bienes pasajeros mal habidos.

El único daño posible para mi es aquel que yo cometo cuando ejecuto una mala acción y lo haría si voto por un anti social.

Como en esta selva humana nos conocemos, recordemos al filosofo Antistenes, quien durante el juicio contra Sócrates, dijo al juez: “El pueblo que no distingue los hombres buenos de los malos está perdido”.

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