LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
Se embebió del mensaje cristiano al extremo de comprometer por la causa la fortuna acumulada en su actividad comercial. La Iglesia, que lo excomulgó y lo declaró hereje, le debe más que lo que le reconoce.
No soñaba con la necesidad de un Canon, cuando ya Marción lo había instaurado. El es el padre del Nuevo Testamento que el imperio y el catolicismo reacomodarían a los intereses de una religión oficial.
Los evangelios y las epístolas eran cosas sueltas que circulaban entre las comunidades de cristianos primitivos diseminadas por Pablo, hasta que Marción hizo y difundió en un solo cuerpo, la primera preselección, en la que figuraban exclusivamente el Evangelio de San Lucas y diez de las tantas misivas atribuidas a Pablo.
¿Dónde residió la desgracia de Marción?
Que le aplicó racionalidad a aspectos de la fe que no lo resisten y llegó a conclusiones muy radicales. Pensó que si Jesús había roto con dogmas del judaísmo, era un contrasentido que la religión que Pablo y Lucas levantaron en su nombre, se mantuviera con una atadura umbilical a la creencia hebrea.
Marción asumió el Dios del amor pregonado en los escritos neotestamentarios y acabó aborreciendo al Dios vengador e implacable del Antiguo Testamento. Escribió dos textos extinguidos por la hoguera, pero de los que hay referencias a través de su principal contestario, Tertuliano: Los Evangelios y Antítesis. Este último está orientado a demostrar las profundas contradicciones entre Jesús y el Dios bestial del Antiguo Testamento.
Enfoca que el Dios del Nuevo Testamento es indirecto, porque nadie se aproxima a él sino es a través del hijo, y lo haya superior al del Antiguo Testamento, que desarrolló vínculos con Adán y otros impíos.
Que ese Dios es cruel, vengativo e inmisericorde, que, a diferencia del neotestamentario tenía pueblo elegido, al que le ofreció tierras ocupadas por inocentes nativos que eran acribillados sin compasión, como hizo David con los jebuseos que habitaban en Sion, pusieron resistencia a la invasión, y colocaron a la vanguardia a los ciegos y los cojos, a los que el rey no sólo ordenó asesinar, sino que ofreció recompensa por sus muertes, y reza el 5-10 del libro de Samuel, en una masacre como esta: “E iba David adelantando y engrandeciéndose, y Jehová Dios de los ejércitos estaba con él”.
Es un Dios que envía fuego, como lo hizo frente a los presuntos enemigos de Eliseo, mientras que el neotestamentario es un hombre de paz y de amor, que al recibir un golpe en la cara coloca la otra mejilla.
Marción consideraba que el único que había asimilado el mensaje de Jesús era Pablo, que lo asumió como universal.
Por eso, en el primer Canon del cristianismo, toma diez de las epístolas de Pablo, les elimina toda referencia al Antiguo Testamento, y considera que en vez de varios evangelios que narraban una historia similar con enormes contradicciones, bastaba con el Evangelio de Lucas.
Marción fue excomulgado y condenado al ostracismo, pero después de su muerte, surgió una fuerte corriente que conserva pervivencia: el marcionismo. Sin embargo, los recursos de que él dedicó a promover su Biblia no podían ser superiores a los que el imperio romano puso al servicio de la fe que oficializó y que adaptó a sus mejores conveniencias.
No soñaba con la necesidad de un Canon, cuando ya Marción lo había instaurado. El es el padre del Nuevo Testamento que el imperio y el catolicismo reacomodarían a los intereses de una religión oficial.
Los evangelios y las epístolas eran cosas sueltas que circulaban entre las comunidades de cristianos primitivos diseminadas por Pablo, hasta que Marción hizo y difundió en un solo cuerpo, la primera preselección, en la que figuraban exclusivamente el Evangelio de San Lucas y diez de las tantas misivas atribuidas a Pablo.
¿Dónde residió la desgracia de Marción?
Que le aplicó racionalidad a aspectos de la fe que no lo resisten y llegó a conclusiones muy radicales. Pensó que si Jesús había roto con dogmas del judaísmo, era un contrasentido que la religión que Pablo y Lucas levantaron en su nombre, se mantuviera con una atadura umbilical a la creencia hebrea.
Marción asumió el Dios del amor pregonado en los escritos neotestamentarios y acabó aborreciendo al Dios vengador e implacable del Antiguo Testamento. Escribió dos textos extinguidos por la hoguera, pero de los que hay referencias a través de su principal contestario, Tertuliano: Los Evangelios y Antítesis. Este último está orientado a demostrar las profundas contradicciones entre Jesús y el Dios bestial del Antiguo Testamento.
Enfoca que el Dios del Nuevo Testamento es indirecto, porque nadie se aproxima a él sino es a través del hijo, y lo haya superior al del Antiguo Testamento, que desarrolló vínculos con Adán y otros impíos.
Que ese Dios es cruel, vengativo e inmisericorde, que, a diferencia del neotestamentario tenía pueblo elegido, al que le ofreció tierras ocupadas por inocentes nativos que eran acribillados sin compasión, como hizo David con los jebuseos que habitaban en Sion, pusieron resistencia a la invasión, y colocaron a la vanguardia a los ciegos y los cojos, a los que el rey no sólo ordenó asesinar, sino que ofreció recompensa por sus muertes, y reza el 5-10 del libro de Samuel, en una masacre como esta: “E iba David adelantando y engrandeciéndose, y Jehová Dios de los ejércitos estaba con él”.
Es un Dios que envía fuego, como lo hizo frente a los presuntos enemigos de Eliseo, mientras que el neotestamentario es un hombre de paz y de amor, que al recibir un golpe en la cara coloca la otra mejilla.
Marción consideraba que el único que había asimilado el mensaje de Jesús era Pablo, que lo asumió como universal.
Por eso, en el primer Canon del cristianismo, toma diez de las epístolas de Pablo, les elimina toda referencia al Antiguo Testamento, y considera que en vez de varios evangelios que narraban una historia similar con enormes contradicciones, bastaba con el Evangelio de Lucas.
Marción fue excomulgado y condenado al ostracismo, pero después de su muerte, surgió una fuerte corriente que conserva pervivencia: el marcionismo. Sin embargo, los recursos de que él dedicó a promover su Biblia no podían ser superiores a los que el imperio romano puso al servicio de la fe que oficializó y que adaptó a sus mejores conveniencias.