Nada más hermoso que la obra que perdura, aunque físicamente no esté quien o quienes la hayan iniciado. Es el caso del Hogar de Niñas Doña Chucha, que arribó a su 90 cumpleaños, y debe descansar en paz María de las Nieves Sierra, aquella misionera parroquiana salesiana, conocida como doña Nieves o “Doña Chucha”, quien dirigió hasta su muerte lo que ha constituido casa y familia de niñas, la mayoría huérfanas o provenientes de familias muy pobres.
Los esfuerzos de antes y de ahora por sostener a las pequeñas en este humilde Hogar, siguen siendo constantes. Hay un empeño digno de imitar en las religiosas que trabajan allí y continúan la obra iniciada en 1920, por otra misionera, María Victoria de la Cruz, de quien le viene el nombre por el que todos le conocen y que María de las Nieves perpetuó con igual entrega.
Para nadie es un secreto las carencias y los escasos recursos con los cuales enfrentan cada día la manutención de tantos seres necesitados. Y muchos han sido los momentos en que las novicias y todo el personal dedicado a la labor en esta institución, se han preguntado cómo lograr, a pesar de todo, que esas niñas tengan un mejor futuro.
La “madre Teresa dominicana”, denominaron a la viejita que con dolor miraba al cielo, y con amor infinito continuaba la difícil tarea de educar y cuidar de la niñez desprotegida. El tributo mejor a la obra de María de las Nieves Sierra, emblema nacional e internacional de incondicional entrega, y a los 90 del Hogar de Niñas Doña Chucha, debe ser que las autoridades del país piensen en la protección y sostén de esas menores “indefensas, carentes de afecto familiar, educación y formación”.
