Que los delincuentes hayan tomado las calles, asalten colmados, cajeros públicos, personas que recién arriben al país, madres y padres que busquen o lleven sus hijos al colegio y muchos bárbaros ejemplos más, ya no es noticia. Pero, que también los hospitales del Distrito Nacional sean escenario de tales fechorías, indica que ya la copa no admite una gota más.
Resulta que ese es el sitio al cual sólo se llega en tal estado físico y psíquico, que se requiere de inmediato de atenciones médicas. Por lo que ser recibidos por malhechores vestidos con batas blancas, aún en horas de la madrugada, como informa nuestra colega Anny Duarte, semeja verdadero programa de terror para quienes gusten de este género. Porque robar, atracar y extorsionar a un ser humano enfermo y a quienes en esos momentos les estén acompañando en esas condiciones, es en verdad un acto terrorista e inhumano.
Ni hablar de ese momento en el cual esos seres desesperados por un dolor o una situación que les aqueje, sin que hayan podido tener un alivio, encuentran en el hospital al cual recurren en busca de ayuda médica, sea el Francisco Moscoso Puello, o el Luis Eduardo Aybar (Morgan), individuos que dicen ser doctores y les ofrecen un tratamiento rápido para su curación o alivio, a menor precio. Sencillamente, el pobre infeliz está ya sentenciado a muerte.
¿Cómo puede existir tanta inescrupulosidad? ¿De qué manera denominar actos de este tipo, cuando el personal asistencial y los pacientes tengan que protegerse ante algo así? ¿Acaso no existe un chequeo básico y necesario de quienes cuidan las puertas de estos hospitales y ocupan otros puestos de autoridad y mando?
El ministro de Salud Pública, Bautista Rojas Gómez, debe abordar el tema cuanto antes y adoptar las medidas necesarias. Encima de la mala calidad en los servicios de salud en el país, ahora esto…