Nacer masculino o femenino es un azar, más bien un accidente de la biología. Varón es un estado de la materia que tiene la posibilidad de ser hombre. O, hasta nunca llegar a realizar esta condición que sería la gran conquista de toda la vida. Lograrlo es crecer en espíritu, una educación basada en el hábito de las buenas costumbres, conocedor del valor de la persona. Conocerse, vencido en la fraternidad para contribuir al bienestar de su semejante.
La humanidad viene sufriendo por las acciones del que se estancó en la materia, el varón en sí es un salvaje. Victima de afanes enfermizos cuyo mayor empeño lo concentra en el alto propósito de servirse, beneficiarse económicamente.
No conoce la pureza, armonía y el bienestar colectivo del amor. No mira su interior para corregirse, los males se acrecientan, es un ser perdido y arrastra sus daños a la sociedad.
Su diario vivir está impulsado por hechos que evidencian de perdurar avasallando como si fuera un ser solitario. En la política es el tránsfuga del peculado y nepotismo.
La ignorancia lo hace creerse un todopoderoso que puede ocultar, borrar, hacer desaparecer lo que la naturaleza repudia. Esas malas acciones, no son el final, todo se sabe, el fin es el bien.
Una vida así es un estorbo, una retranca, imposible de crecer el bienestar deseado, necesario. No es un ser para la sociedad, la perjudica, su egoísmo actúa contra la más noble actividad del ser humano, el amor.
Un órgano del Estado, o de una empresa que esté por debajo de la voluntad de un varón, florece todo lo malo, se entroniza la corrupción con sus hijas, la indisciplina y la desorganización organizada para los intereses deshonestos.
Cuando estuve en Taiwán, palpe la esencia de la vida guiada por hombres. Sentía una inmensa alegría en mi interior. Un pueblo organizado, trabajador, prospero, seguridad, educación, feliz y muy sonriente. Comprando libros leí en unas tablillas de bambú: El honor más grade de un ciudadano es la obligación de servir desinteresadamente a su pueblo desde cualquier posición por más humilde que esta sea.
Lo que asumen la autoridad deben controlar severamente sus acciones, con el fin de actuar acertadamente en todo momento para evitar el mal. En caso contrario provocarían la ruina de todo el pueblo. Confucio.
El varón no conoce la gran potencia, la que engendra todo el bienestar, la honradez. Cuando una persona levanta esta bandera el varón lo repudia, lo califica de daña puesto. Al fin lo separa como al de la campanita avisando que padece lepra.
Se equivoca creyendo que gana la guerra el varón corrupto conocido por el pueblo, sabemos que un combate, o asalto no es el final. Se debe continuar la lucha contra el mal, esos enfrentamientos dan más fuerzas, salidas. A veces un revés es la puerta de entrada al triunfo. Así es la vida, hay quienes sirven al ideal que ennoblece y se enfrentan al enfermo espiritual, al ladrón de la felicidad de los demás. Ahí está la dignidad contra los perversos. No tener miedo, crecer en perseverancia, nada es as fuerte y honroso que la entrega al bien común.
Comprendamos, no estoy grabando sentimientos de una persona con respecto de otra, sino la insoslayable, necesaria potencia de la vida que sentimos los miembros de este cuerpo, la República Dominicana, que sabemos está navegando bajo el azote de la tormenta de la corrupción de varones que ejecutan, en una angosta oscuridad pensando una cosa, dicen otra y actúan distinto para su provecho. La entrega del hombre es: lo que se cree, se dice, y está junto con lo que se hace.
Le preguntaron al filosofo Aristípo ¿En qué se diferencian los educados de los ineducados? Contestó: En aquello en que los caballos domados de los indomados. También dijo que es mejor ser indigente que ignorante, porque los unos necesitan dineros, y los otros humanidades.
El filósofo Antístenes durante el juicio contra Sócrates dijo a los jueces: El pueblo que no distingue los hombres buenos de los malos está perdido.
¿Los dominicanos lo hacemos?