¿Por qué la resistencia a modificar y enriquecer el lenguaje? El desarrollo científico técnico nos convoca a los cambios constantes, en la cotidianeidad. ¿Cómo es posible que no se quieran utilizar otras palabras ante situaciones nuevas con viejas justificaciones?
La tradicional costumbre de la presencia masculina en el ejercicio de la medicina, argumentaba la capacidad femenina de “cuidar” dentro de la familia a quienes se enfermaban. La práctica aprobó la profesión de enfermera, y para capacitarlas en esos menesteres, aparecieron hasta las escuelas de enfermeras.
Entonces, los hombres que se enrolaban en barcos de pesca, de guerra o en las fuerzas armadas que realizaban estas funciones, debían también capacitarse, pero resultaba contradictorio que siendo varones fueran a la escuela de enfermeras, se propició el cambio y en muchos lugares el centro docente se denominó: Escuela de Enfermería.
El ejercicio de la medicina fue práctica exclusiva de los hombres. La mujer suiza Enriqueta Faver (1791-1856), está reconocida como la primera médica en América. Para ejercer la profesión de médico-cirujano se vistió de hombre y al ser descubierta, protagonizó uno de los juicios más escandalosos del siglo XIX, según las investigaciones publicadas en el libro “Por andar vestida de hombre”, del Dr. Julio César González Pagés, coordinador de la Red Iberoamericana de Masculinidades.
El texto ejemplifica la labor profesional de la médica Enriqueta Faver en Suiza, Francia, Guadalupe, Estados Unidos, México y en ciudades como la actual Granma, Santiago de Cuba, Guantánamo, Baracoa y La Habana, en Cuba.
Recientemente la Real Academia de la Lengua Española aprobó el verbo Chatear, como conversación de larga distancia por medios digitales. Otra vez la lengua refleja como un espejo el desarrollo de la sociedad. Las palabras dan la envoltura material al pensamiento que se enriquece, para alcanzar nuevos conceptos y modificar actitudes, por eso deviene el vehículo de cultura que identifica cada momento histórico.
La situación cambió dramáticamente cuando por el acceso a la universidad de las mujeres a facultades de medicina, ingeniería, arquitectura, periodismo, ciencias jurídicas, políticas, administrativas, con la aprobación de votar, ser elegidas y elegir, así como acceder a otros derechos civiles. Antes de ellas, no existían en estas profesiones, no era necesario nombrarlas, como ocurría en el caso de las escuelas de enfermeras, donde los hombres no realizaban estos cuidados.
Las transformaciones se hacen en la sociedad, en el desarrollo humano, la lengua no es neutra, es un organismo vivo, refleja la relación de los hombres y mujeres desde la familia, la escuela, la comunidad y la sociedad. ¿Por qué insistir en omitir la presencia femenina?
El desarrollo de los talleres de Sensibilización para la implantación del Modelo de Equidad de Género Meg-03 argumenta comprender estos cambios y alcanzar mayor calidad en la ejecución de las responsabilidades laborales y de comunicación.
Todavía se manifiesta la resistencia a la incorporación de palabras nuevas, incluyentes, que hagan visible la presencia femenina como se apreció en la reciente jornada de actividades infantiles, con la omisión de la palabra niña, cuando ellas participaban de manera destacada en las actividades y podían ser incluidas con nuevos conceptos como infancia, niñez, menores de edad, entre otros.
Igual que fue reconocida la palabra enfermero, luego se agregó el término enfermería, personal de enfermería, para incluirlos, pero ahí está presente la médica, doctora, especialista de medicina, profesionales de la salud. Queda la posibilidad de crear palabras nuevas como en otras épocas de la humanidad, porque el habla se modifica cuando cambia la sociedad, las personas, las acciones y la vida. Seamos flexibles.
*Periodista. Maestra en Ciencias de la Comunicación.