Unos 50.000 niños se buscan la vida en las calles de Kabul

Kabul.- Unos 50.000 niños trabajan cada día en Kabul o piden limosna para ayudar a sus familias, en un país pobre y azotado por la guerra que tiene problemas para meter a la infancia en las aulas pese a los miles de millones de dólares que la comunidad internacional ha destinado a Afganistán desde 2001.

Según los cálculos de un portavoz de la misión de la ONU en Afganistán consultado por Efe, unos 50.000 niños no acuden a la escuela y vagan cada día por las calles de la capital haciendo las labores más variadas o pidiendo dinero.

Algunos de ellos son huérfanos pero muchos otros se ven obligados a conseguir dinero por todos los medios para ayudar a familias desempleadas o que han perdido su principal sostén económico.

Cientos de niños remueven cada día la basura, venden bolsas de plástico, arreglan bicicletas, trabajan para zapateros o ayudan a los vendedores de cualquier producto.

Para pedir limosna acuden a los más variados métodos, como humos aromáticos o plantas cuyo olor al ser quemadas supuestamente da buen fario a los viandantes y conductores.

"Mi padre está vivo, pero no tengo hermanos. Antes mi padre vendía zapatos, pero perdió todo su dinero y ahora no puede encontrar trabajo", explica a Efe un chico de nueve años que se hace llamar Ahmad.

Pero su nombre real es otro: Jatera. Se trata de una niña que se ha enfundado en un gorro azul de lana y unos tejanos para hacerse pasar por un chico y no llamar la atención mientras vende bolsas de plástico por diez centavos de dólar.

"Querida hija, cuando salgas, ten cuidado. Evita pelearte. Tan sólo vende las bolsas de plástico, no te pelees, eres una chica, los chicos te darían una paliza. Haz lo que tienes que hacer y vuelve", le sugiere su padre mientras le ayuda a ponerse la chaqueta.

"Llevo ropa de chico porque trabajo en las calles y no quiero que nadie me moleste -razona la pequeña-. Trabajar en las calles no es algo para las chicas".

La mujer lleva una vida paralela a la del hombre a causa del machismo reinante en Afganistán, que alcanzó límites insospechados durante el régimen talibán (1996-2001).

"Yo soy la única que gana el pan en la familia, si no me disfrazo de chico no puedo trabajar en las calles, porque sería acosada y me regañarían", dice Jatera.

La niña dice ganar una media de dos dólares al día, algo que a menudo es el único sustento para su familia, con seis miembros y que sigue creciendo.

"Hoy he ganado 40 afganis (86 centavos de dólar). ¿Tú cuánto has ganado?", le pregunta a un amigo. "Tengo sesenta afganis (1,3 dólares)", le contesta un niño que parece de la misma edad.

Otro pequeño, Bilal, de seis años, está sentado en una acera frente a una caja de huevos echados a perder.

"Estaba vendiendo huevos pero me caí y se rompieron. He perdido cien afganis (unos dos dólares). Ahora tengo que pedir limosna. Si no, mi familia se quedará sin comer esta noche", implora entre lágrimas el menor, que cada día intenta que los transeúntes se compadezcan de él.

En el centro de Kabul, muchos de estos niños luchan entre el caos del tráfico y el trasiego diario para obtener dinero, algo que hace que exista una gran competencia.

Kabul, con unos 6 millones de personas, es la capital de un país en guerra que no ha conseguido durante los últimos años atender de forma efectiva las necesidades básicas de la población.

La capital está sufriendo además una congestión de lugareños de otras provincias que emigran a la gran ciudad buscando trabajo.

A ello hay que añadir el gran número de exiliados -sobre todo en Pakistán e Irán- que, tras la caída del régimen talibán en 2001, decidieron volver a sus hogares.

Algunas voces achacan buena parte de la pobreza del país a la corrupción, pero tras casi nueve años de intervención occidental y miles de millones de dólares después, Afganistán es el tercer país por la cola en el Índice de Desarrollo Humano elaborado por la ONU.

Más de la mitad de su población, estimada en 28 millones de personas pese a que no hay un censo oficial actualizado, viven por debajo del umbral de la pobreza. EFE

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