Luiz Ignácio Lula da Silva, presidente de Brasil, recibió reconocimientos por parte de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), por su lucha contra el hambre.
Como “Campeón Mundial en la Batalla contra el Hambre”, calificó la directora ejecutiva del PMA, Josette Sheeran, a Lula y destacó programas impulsados por él como Bolsa Familia y Hambre Cero, gracias a los cuales el 93 por ciento de los niños y el 82 por ciento de los adultos comen tres veces como parte de la ayuda estatal, sin olvidar que ese país suramericano colaboró con Haití de inmediato, tras el terremoto que les abatió el pasado 12 de enero.
Es cierto que la crisis financiera internacional requiere de las iniciativas de cada quien y que cada Estado debe desarrollar sus propias acciones, por lo que es muy justo que el director general de la FAO, Jacques Diouf, premie a Lula con la Medalla del Día de la Alimentación de ese organismo internacional, ejemplo que deben imitar otros países del mundo.
Y no es que existan similares condiciones para todos. En realidad, ya se conoce de qué manera se incrementaron la desnutrición y el hambre en América Latina y el Caribe en estos últimos tiempos; pero, debe existir una tabla a seguir, un modelo posible para las naciones más pobres y de eso se trata en el caso del coloso y gigantesco Brasil, que redujo un 28% el número de hambrientos entre 2004 y 2006.
Aunque Diuof se pronunció por aplicar estas versiones de erradicación del flagelo en África, de igual manera la región debe imitar a los brasileños para avanzar en la seguridad alimentaria.