Cuando se habla en los medios de comunicación de los encuentros entre el Sector Salud y el Gobierno, queda una especie de sabor amargo y esa sensación de no ver las cosas resueltas, a pesar de que en cada una de las conversaciones participan personas inteligentes y supuestamente movidas por el afán de obtener soluciones en un área que tanto afecta a la mayoría de la población dominicana.
Al parecer las negociaciones concluyeron, al menos por ahora, con la propuesta de un aumento salarial de manera escalonada, en un 30% para médicos, enfermera y personal de salud en general.
Y más allá de conductas, disposiciones, enfrentamientos y hasta discrepancias existentes entre la Coordinadora Nacional del Sector Salud y los gremios de enfermería con el Gobierno, representado por el vicepresidente y encargado del Poder Ejecutivo, Rafael Alburquerque, y el ministro de Salud Pública, Bautista Rojas Gómez, este pacto debe concretar el fin de las confrontaciones, cuyos perjuicios han sido en verdad, demasiado dilatados.
Porque, también más allá de lo que cada quien sienta, de pasiones explayadas, si algo necesita el enfermo que recurre a los centros asistenciales del país es que esa persona que ofrece sus servicios de enfermería, el propio doctor que examina sus dolencias, tenga en el rostro una expresión de confianza y esperanzas, aún para el moribundo, y no la apatía que producen los desafueros, unido a la inestabilidad que multiplican las huelgas y paros.
Ojalá este pacto logre encauzar tantas tensiones que han trascendido a los tiempos y concluyamos, como escribe Eric Rolf en su libro, La Medicina del Alma, que “el río de la vida no suele avanzar en línea recta, cuando encuentra una montaña la bordea, a veces va deprisa, otras despacio y a veces parece que está parado, pero siempre avanza en dirección al océano de la existencia, cada instante más cerca. Por extraño que parezca y tanto si lo aceptamos como si no, todos acabamos cumpliendo nuestra misión”.