La prensa se hizo eco de la respuesta del ministro de Educación, Melanio Paredes, al afirmar que prefería “niños desnutridos y no muertos”, tras las críticas del presidente del Colegio Médico Dominicano, Senén Caba, por la suspensión de la leche y el jugo que ingieren los menores al iniciar sus clases en las escuelas públicas.
La conclusión no puede ser aceptable, si se tiene en cuenta que el desayuno escolar es una acción social del Estado que tiene como propósito fortalecer la capacidad de asimilación y concentración de los niños que acuden a dichos centros educacionales, y que muchos de ellos provienen de hogares de muy escasos recursos donde carecen de los más esenciales alimentos.
Es cierto que el desayuno escolar no constituye la solución al problema de la desnutrición infantil; pero, no hay duda de que es una buena contribución para evitar la expansión de ese mal.
Muy poco se logra con celebrar con bombos y platillos elecciones como las recién concluidas, ferias del libro, visitas a Europa, al Vaticano, etc, si los menores en la República Dominicana no cuentan siquiera con ese alimento vital al comenzar el día.
El desayuno escolar no puede estar sujeto a los altibajos de la política y a los manejos administrativos que con sus acreedores haga la Secretaría de Educación. Choca con la conciencia nacional haber observado un despliegue propagandístico como el que precedió y se mantuvo en los medios de comunicación, en apoyo a los candidatos que optaron y, finalmente, asumieron sus puestos en recientes elecciones congresionales y municipales.
Ahora lo que se requiere es que tantas promesas para aliviar las necesidades sociales se hagan realidad, esencialmente lo relacionado con el desayuno escolar y la educación en general de niños, niñas y adolescentes en el país, que los necesita vivos y nutridos, por Dios, ministro.