Parecería fuera de la prudencia política sumergir al pueblo dominicano en un nuevo debate electoral, apenas días del congresual y municipal estar pendientes en las sentencias de impugnaciones.
El Partido Revolucionario Dominicano no podrá sacar provecho político de los planes reeleccionistas del presidente Fernández, porque perdió autoridad moral cuando en el 2002 el presidente Hipólito Mejía hizo lo mismo, lanzando por la borda la consigna de la no reelección impulsada e impuesta por el doctor Peña Gómez, en el pacto por la democracia en 1994 cuando obligó al caudillo reformista a recortarse dos años y convocar a elecciones en 1996.
Las opiniones de los analistas y especialistas políticos convergen en el peso decisivo de Fernández, para ganar las votaciones del 2012 en la concentración de todos los poderes del Estado en las influencias del ejecutivo, sin tomar en cuenta que el mejor amigo de Leonel en este propósito continuista no es su poder en el Consejo Nacional de la Magistratura, la Junta Central Electoral, el Senado o la Cámara de Cuentas, sino en la existencia de un medio político partidista dividido y sin un líder que trace la reunificación tanto en el PRD como en el PRSC.
La dirigencia del partido blanco sigue tan perdida que podría concentrar sus esfuerzos en la aprobación de la ley de de partidos que Fernández podría jugársela salomónicamente aún en caso hipotético de su Congreso aprobar. Hipólito y Miguel, saben dónde está la clave del triunfo de su partido, pero ninguno está dispuesto a pensar más que en concho primo.
Si las contradicciones en el PRD fueron tan fuertes que impidieran alcanzar un solo senador no sería no sería un presupuesto imaginario aventurero esperar que la próxima convención que habrá de escoger su candidato presidencial el concordazo sea aprovechado por Leonel y su partido para alzarse con un nuevo mandato. Que nadie sueñe.