La onda tropical que ha estado haciendo de las suyas por la región del Caribe ha provocado fuertes aguaceros, que no cesan, en la República Dominicana, Haití, Puerto Rico y hasta Jamaica. Según el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos – lamentablemente un fuente mucho más confiable que nuestra local Oficina Nacional de Meteorología-, este fenómeno atmosférico podría convertirse en una depresión tropical, que seguiría produciendo fuertes precipitaciones en el país.
El lado oscuro de esta información es que de acuerdo a cifras oficiales, más de cinco millones de dominicanos y dominicanas, o sea, el 62 por ciento de la población, habitan en zonas vulnerables ubicadas en 19 provincias, además del Distrito Nacional.
Todas estas personas podrían sufrir daños significativos si RD es golpeada por un huracán. Como a las autoridades le gustan tantos los porcentajes han dividido a esa población en un 19% que se encuentra en condición de alto riesgo, un 26% en mediano riesgo, y el 55% de los más de cinco millones está en situación de bajo riesgo, lo que no representa seguridad alguna frente a un fenómeno atmosférico de gran intensidad.
Mientras, ya en San Juan de la Maguana, una de las provincias donde el Centro de Operaciones de Emergencias (COE) declaró alerta amarilla este martes, se han producido crecidas en los arroyos Dajao, Jinova y Mogollando provocando la inundación de 511 viviendas.
Y esto son solamente las lluvias. Los terrenos están saturados y las presas ya están alcanzando su nivel máximo de operación. Por eso es que hay que estar alerta, por los desastres que pueden ocasionar las precipitaciones, con viviendas en malas condiciones y miles y miles de personas que viven a orillas de ríos y cañadas en peligro constante de desplomes, deslizamientos e inundaciones.
Pero también hay que tener mucho cuidado por las catástrofes que han ocurrido a causa de errores humanos, en casos de mal manejo de los embalses. Bastaría recordar la tristemente famosa Mesopotamia de San Juan de la Maguana, ahogada por las aguas del huracán Georges en el año 1998 y las inundaciones que provocó en Santiago el desfogue de madrugada de la Presa de Tavera en diciembre del 2007.
