No se trata de darle una nomenclatura, ni mucho menos un titular de víctima a la República Dominicana, pero para nadie es un secreto que en la medida que se hacen lentas las ayudas prometidas y la asistencia internacional a Haití en la reconstrucción de su territorio tras el terremoto del pasado enero, agudizadas las condiciones por las lluvias de estos días, aquí se empeoran las cosas y se multiplican los problemas (muchos existentes, ahora multiplicados).
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, está descontento por la lentitud con que llega la ayuda a la vecina tierra haitiana. El líder asegura estar al tanto de la situación en la asistencia a los necesitados y expresa su preocupación por lo aletargado de dichos programas.
Es cierto que “están en marcha”, desde el pasado mes de junio, la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití (CIRH), a cuya cabeza andan, como enviado especial de la ONU, el ex presidente de EE.UU., Bill Clinton, y el primer ministro haitiano, Jean Max Bellerive. Ambos analizan hacia dónde y de qué manera son invertidos los fondos que hacen llegar los países donantes y son responsables de dar forma material a la ejecución de cuatro proyectos en favor de la reconstrucción haitiana, entre otros planes emergentes, donde no siempre las voluntades están avaladas por el cumplimiento de los compromisos de la comunidad internacional.
La ineludible realidad de la frontera y otras condicionantes agudizadas al paso de los siglos, mantienen a la República Dominicana ante una situación difícil e insegura. De un lado, la solidaridad humana impone decisiones impostergables. Del otro, las realidades insatisfechas y los males cada vez más crecientes en suelo dominicano hacen pensar cuán difíciles son los tiempos que corren: Ban Ki-moon, se preocupa y manifiesta su descontento, aquí, la mortalidad infantil y materna se incrementa, el hambre y la desnutrición aumenta y se reduplican los seres que piden limosnas en las calles…