NUEVA YORK.– El teléfono de Pedro Martínez ha sonado constantemente durante las últimas dos semanas.
Varios clubes de las Grandes Ligas _que no fueron identificados por el dominicano_ le llamaron para ofrecerle trabajo. El tres veces ganador del trofeo Cy Young se sintió honrado por las invitaciones, pero las rechazó todas.
"Fue muy tentador", dijo Martínez el jueves durante una entrevista con The Associated Press, "pero estoy ya comprometido con actividades junto a mis hijos por el resto del año, me voy de vacaciones y había hecho ya planes con mi familia.
Martínez firmó en julio del 2009 un contrato con Filadelfia, su quinto equipo en una carrera que comenzó en 1992. Tuvo una foja de 5-1 y una efectividad de 3.63 en nueve aperturas durante la recta final de la campaña, y llegó a la Serie Mundial por segunda vez en su vida.
Pero el derecho de 38 años ha pasado buena parte de este verano en República Dominicana.
"Se siente muy bien estar en casa, abrazar a mamá cada vez que quieres, verla cuando quieres", dijo. "Salir al terreno de béisbol y ver a tus hijos jugar es maravilloso".
Sin embargo, ha sido también desafiante en algunos aspectos. Martínez consideró que este verano le representó una prueba para adaptarse a "una vida distinta".
"Sí extraño jugar, estar ahí, el ambiente. Sí lo extraño", reconoció. "Hay otras cosas que no extraño: La prensa y la presión de hacer las cosas y de que todos los días te hagan pregunttas. Y simplemente la carga de trabajo, seis meses trabajando sin parar, sin poder hacer nada ni comportarte como una persona normal".
Martínez viajó a Nueva York esta semana para promover un concurso organizado por Gillette.
En Dominicana, el serpentinero suele estar rodeado de gente cada vez que asiste a los partidos de béisbol de sus hijos de 11 y 12 años.
"Muchos chicos se distraen. A veces tienen que cubrir el jardín izquierdo, pero se ponen a charlar conmigo y a pedirme autógrafos", relata. "Trato de firmar lo más rápido posible y luego les digo: ‘¡Vete, vete, tienes que irte!’"
El lanzador de Manoguayabo se mostró contento por el hecho de que Alex Rodríguez haya conectado el miércoles su jonrón número 600. En particular, dijo que le alegraba el hecho porque Rodríguez es de ascendencia dominicana.
A diferencia de algunos comentaristas, Martínez no tiene dudas de que A-Rod llegará algún día al Salón de la Fama. Considera que muchos toleteros bajo la sobra del consumo real o presunto de esteroides, como Rodríguez, Mark McGwire y Sammy Sosa, deben llegar al recinto de Cooperstown.
"Creo que quien haya hecho lo que ellos hicieron se lo merece, lo mismo que Pete Rose. El pertenece al Salón de la Fama. A esta gente le llevará un tiempo, pero tarde o temprano lo logrará. Espero que lo logren".
Sin embargo, Martínez se niega a decir si él mismo debería llegar al Salón de la Fama. Tuvo una foja de 219-100 y una efectividad de 2.93 en 18 temporadas, con cinco títulos del menor promedio de carreras limpias admitidas y tres coronas como el lanzador con la mayor cifra de ponchetes.
"No me he detenido a ver qué números tengo, pero creo que tengo oportunidad, una oportunidad legítima", dijo. "Algunas de las cosas que hice fueron muy especiales".
En Manoguayabo, suburbio de Santo Domingo, Martínez ha donado un terreno con el fin de construir un campo de béisbol para jóvenes, al que suele llamar "Pequeño Fenway" en honor de la casa de los Medias Rojas de Boston, el equipo donde pasó siete de sus mejores temporadas. Espera construir canchas de tenis y de voleibol alrededor del campo.
La fundación de Martínez trabaja con niños pobres de la comunidad.
"A ellos los ayudo porque yo era así. Estoy ayudando a muchos de estos niños y soy como un padre de 800, 1.000 chicos. Ojalá que sean muchos más", dijo.
Cuando él era niño, no tenía un buen campo ni equipamiento adecuado para el béisbol.
"La pelota la hacíamos con un trozo de cortina o de tela, o con hojas de un árbol", rememoró. "Recuerdo haberme llevado las muñecas de mis hermanas y usarlas como pelota. Ahora creo que ya me perdonaron, pero en aquel entonces era algo grave", señaló.
Martínez tiene una risa fácil, la misma que lo caracterizó cuando convivía con sus compañeros de equipo pero no en el montículo. El dominicano parecía cambiar de personalidad cuando subía a la lomita.
"Para mí ha sido un gran honor que 60.000 personas hayan cantado mi nombre, a favor o en contra. No importa. Yo marqué una diferencia", aseguró. "No soy un jugador de béisbol cuando no estoy lanzando. Soy un tonto, un tipo normal, me puedo sentar en cualquier calle".
Pero el montículo era algo distinto.
"Eso era un negocio", dijo. "Estaba en una selva y yo me consideraba el león. Así que iba a matarte si tenía hambre. Y yo siempre tuve hambre de triunfo".