Un trabajo muy interesante, publicado por la colega Mirta Rodríguez Calderón, hace reflexionar con profundidad sobre lo que el propio título señala: la República Dominicana no tiene, a estas alturas, los resultados deseados en el enfrentamiento a la trata.
La inquisidora periodista cuestiona qué cantidad de niños y niñas son traficados y/o explotados, a la vez que recuerda cómo el carácter delictivo de las acciones “que convierten a seres humanos en esclavos, enmascara en el clandestinaje casi todo lo que se mueve en derredor”.
Lamentablemente, el tráfico enriquece a individuos sin escrúpulos. Para ellos vender a menores y mujeres, hasta con sus anuncios en Internet, resulta un verdadero negocio.
La República Dominicana se ubica en la categoría III por su escaso combate a la trata, según informe difundido por el Departamento de Estado estadounidense y aunque hubo protestas por parte de la oficialidad gubernamental, el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Manuel Mercedes, se refirió a dicho documento como certero y aseguró que se “quedó corto con respecto a la realidad que vive el país, fundamentalmente con los inmigrantes indocumentados”.
Rodríguez Calderón apunta que desde la República Dominicana “se produce un comercio con humanos que espanta y en muchas ocasiones, “quienes deben y pueden detener ese flujo comercial se hacen los ignorantes o de la vista gorda, mientras siguen fluyendo hacia el exterior, y aun dentro del país, más y más personas vendidas”.
Las estadísticas reflejan, hace dos años, unas 300.000 dominicanas que realizaban trabajo sexual fuera del país; en tanto que otras 200.000 habrían sido o estaban en riesgo de ser traficadas.
Rodríguez Calderón señala con acierto la necesidad de empleos como una de las causas, junto a políticas sociales que deben definan estrategias contra este mal, enfocado erróneamente desde el punto de vista jurídico, pues, tal y como escribe la autora, desde 2007 no se tiene una sentencia por trata, aún cuando esta sigue en aumento y algunos señalan que “Los jueces no ven a la persona como víctima, sino como un caso".
Siendo así, lamentablemente, el negocio de la trata sigue siendo peliagudo y difícil de solucionar.