Regresan a las aulas y se estrenan los nuevos uniformes, libros, libretas, lápices y las mascotas que han conseguido los padres a puro sacrificio. En definitiva, se inicia un nuevo período de aprendizajes, búsquedas, preguntas y respuestas, compromisos, cumplidos o no…Comienza el nuevo curso escolar.
La tecnología debe ser para el recto uso de los bienes materiales, dijo una profesora y aseguró que los medios de comunicación también juegan un papel decisivo; pero, señaló con razón que la familia tiene aquí un protagonismo insustituible en la enseñanza, ya sea con aquellos juegos de mesa, o los relatos del abuelo, los diálogos entre hermanos, padres, hijos, conversaciones en torno a la mesa: todo lo que conforma el amplio arsenal educativo.
Enseñar a pensar, aunque parezca un infinitivo alejado de la práctica cotidiana, es en realidad la acción que debía acompañar cada día de nuestras existencias y comienza, es verdad, desde la cuna, para acabar en la tumba.
El inicio del curso escolar debe llamar a la reflexión a las autoridades del país, a ministros, recién electos o reelectos funcionarios, maestros y a cada persona responsabilizada con el futuro de los menores de la familia, constructores indeclinables del destino de esta nación.
Los programas de bio ética no deben ser sólo un proyecto de la iglesia, u otras instituciones: las herramientas y los conocimientos se defienden desde todas las áreas, con elementos científicos, filosóficos, éticos y también desde el punto de vista médico.
La globalización debe influir en el crecimiento del amor, en aglutinar sentimientos positivos, no en disgregarlos y reducirlos. Las ciencias deben estar al servicio del aprendizaje integral de niñas, niños, adolescentes, jóvenes, adultos todos. Es un derecho ineludible, insustituible, además.
En todo esto hay que pensar cuando se abren las aulas para recibir nuevas generaciones de dominicanas y dominicanos…