El populoso barrio de Capotillo, ubicado en la parte norte del Distrito Nacional, se caracteriza por rostros desesperanzados, casuchas apiñadas con techos de zinc oxidado a orilla de ríos, barracones que amenazan con desplomarse, callejones y calles maltrechas y sin asfaltar, niños semidesnudos que desafían las enfermedades y el peligro: hacinamiento y pobreza extrema.
A todo esto se le une los constantes enfrentamientos de bandas entre sí y entre éstas con la Policía: el primero por el control de negocios ilícitos y el segundo por mantener el orden público y la tranquilidad de los residentes del sector.
Pero Capotillo también sucumbe ante el alto índice delincuencial, el desempleo, la escasez de agua potable y la deficiencia en el servicio energético, la falta de escuela y la insalubridad con la que tienen que vivir las familias de ese barrio.
Algunos dirigentes comunitarios han narrado con gran pesar todas las vicisitudes con la cuales deben lidiar a diario para aportar su granito de arena a fin de que la imagen del barrio y de los jóvenes pueda algún día cambiar.
En ese sentido, el incansable dirigente comunitario, el joven Abel Roja, explicó que en el sector hacen falta más escuelas para que todos los estudiantes puedan recibir el pan de la enseñaza. Además de que se requiere de una ampliación del local de CONANI, que resulta pequeño ante la gran cantidad de niños imposibilitados de iniciar su vida escolar, porque no han encontrado un espacio que les permita insertarse en ese mundo.
Roja, quien es supervisor de la Fundación Escoba, comentó que algunos estudiantes no han comenzado las clases porque sus padres no cuentan con el dinero suficiente para comprarles sus útiles escolares, ni siquiera poseen los RD$200 para la inscripción.
Opina el párroco
En la búsqueda de otras opiniones, DominicanosHoy sostuvo un interesante diálogo con el párroco de Capotillo, Fray Wilfredo Montaño, quien se refirió a la descomposición social en que se encuentra este sector poblacional: “Necesitamos de un trabajo conjunto, pues aquí hay mucha necesidades como. La carencia de fluído eléctrico, por ejemplo propugna para que haya un incremento de los actos delictivos.
“No sabe usted lo impotente que me siento ante las peticiones que me hacen las personas de este lugar, que lo mismo se refieren a la urgencia de una receta médica, que a una cirugía impostergable y no está en mis manos solucionar nada de esto”.
El religioso no dudó en confesar su apremio porque hayan soluciones prontas y que asome una luz en medio de la gran oscuridad que reina en Capotillo, que incluye, además, la ineficiencia en la actuación de la justicia.
“Es que, lamentablemente, quienes debían poner el orden reciben sobornos y esto impide que se apliquen medidas para controlar la situación. Aquí, los valores están revertidos y el meta mensaje que reciben los jóvenes es que no importa cómo se consiga el dinero, lo que vale es tenerlo”.
Fray Wilfredo Montaño concluye con el criterio de que es imprescindible que en el sector de Capotillo existan espacios físicos destinados al deporte, recreativas y culturales, pues esto daría nuevas opciones a jóvenes, menores y adolescentes.
Fundación Escoba
Una labor social de trascendental importancia realiza la Fundación Escoba. Su director ejecutivo, Arístides Arroyo reflexiona en torno a la manera en que ellos responden, dentro de sus posibilidades, a las súplicas de jóvenes, que piden realizar cualquier empleo, para dejar de vender drogas en las esquinas.
Arroyo enfatiza en la imposibilidad de satisfacer estas demandas. Con la impotencia mezclada en sus palabras, confesó su pena por no poder ayudar a tantos jóvenes que sueñan con un trabajo digno y una vida mejor.
La institución, fundada en 2001, se encarga de recoger la basura de todo el barrio Capotillo, el Ensanche Espaillat y Luperón. Con 8 camiones y 76 trabajadores, el 50% son hombres, e igual cantidad mujeres. A diario recogen 85 toneladas de basura, que venden al Ayuntamiento, a USD20 la tonelada.
Economía informal y otros problemas
La mayor parte de los residentes de Capotillo viven de la economía informal: chiripeo, taller de ebanistería, herrería, salón de belleza, colmados, venduteros, ventorrillos, jugueros, triciculeros y la venta de sustancias prohibidas. La minoría labora en empresas privadas; no obstante, la carencia de energía eléctrica implica que muchos padres de familia no lleven el sustento cotidiano a sus casas.
Si bien en la República Dominicana existe un alto índice de embarazos en adolescentes, hay que señalar que Capotillo es uno de los sectores donde se observa una mayor tasa de niñas en estado de gestación. Consecuentemente, estas madres precoces incurren en la prostitución temprana, según afirman, por la necesidad de mantener a sus hijos.
Para el director ejecutivo de la Fundación Escoba la verdadera tragedia de Capotillo es que lo han convertido en laboratorio, donde el trasiego y consumo de las drogas significa una estrategia para matar la rebeldía del adolescente, un arma efectiva y barata, que sustituye a cualquier ejército para someterlos a la obediencia.
Aún cuando la luz no disminuye ante los tonos oscuros que abundan en Capotillo, personas como Rojas, Montaño y Arroyo sostienen una actitud de perseverancia que integra actividades individuales y colectivas, dirigidas a paliar un poco los agudos problemas de los munícipes.
Por ejemplo, hay que destacar las acciones de la fundación dirigidas a emplear a cuantos le es posible. Unido a ello ha creado campamentos para las vacaciones de los estudiantes y desarrolla periódicamente, actividades educativas y culturales.
Recientemente, inauguraron la escuela Mártires de Abril, con el objetivo de alfabetizar adultos y lograr la formación comunitaria y de valores. A todo lo anterior se suman los esfuerzos del párroco Montaño y otros hombres y mujeres dispuestos a impedir, con el corazón y múltiples esfuerzos que Capotillo sucumba entre las sombras.