Sectores minoritarios, sectarios y fuera de foco que desconocen la historia de la lucha por la colegiación se oponían a la colocación de un busto de Don Rafael Herrera.
Cociéndose en su propia salsa, ese sector miope que tiene en el Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), un medio para hacerse sentir, atribuía erróneamente a Herrera oponerse a la colegiación. Fue tal la situación, que el presidente del CDP me pidió que le ayudara en su intención de hacer una realidad ese homenaje a un grande de grande del periodismo nacional: Don Rafael Herrera.
Motivado por la narración de Aurelio Henríquez, elaboré un artículo publicado en El Periodista, el periódico del CDP y los periódicos digitales Dominicanoshoy.com; el Nuevodiario.com.do; Primicias y Diarioantillano.com.
Le dije a Henríquez que tenía mi apoyo y el del Movimiento Solidaridad Periodística para hacer una realidad el objetivo trazado.
Sobre Herrera y la colegiación, lo justo es reconocer que desempeñó un papel estelar para convencer a Don Germen Emilio Ornes, que debía participar en un diálogo para que la colegiación fuera aprobada.
También, Don Rafael permitió que Don Alejandro Grullón, se colocara al frente de las negociaciones.
Una vez terminada una intensa jornada de reuniones se llegó al concedo, introduciendo en el Congreso Nacional el proyecto de ley que finalmente se aprobó.
Aunque no era la ley de colegiación ideal, si era la posible.
Esta recibió un ataque despiadado de ese grupito que se cree dueño del periodismo y el ejercicio profesional, quienes pasaron a formar parte de una organización paralela llamada Asociación de Periodistas Profesionales (APP), que surge y desaparece sin penas y sin glorias teniendo que aceptar que en efecto el CDP por ley, tradición y lucha es la verdadera organización de los periodistas.
Felizmente, ellos entendieron que el CDP era la instancia organizativa del periodismo donde convergen diferentes corrientes.
Cuando se peleaba en los tribunales la colegiación, los abogados se negaban a subir a estrado por temor a los propietarios y los directores de los grandes periódicos.
Igual posición asumían los legisladores de los partidos políticos.
Entre vacilación y temor, un abogado tomó la decisión de levantar trinchera con los periodistas, su toga y su voz se levantó en lo más alto de la solidaridad: Ese abogado es el doctor Leonel Fernández Reyna, que una vez investido de Presidente de la República ha hecho valiosos aportes al CDP, remodelando la Casa Nacional del Periodista, instalando una sala virtual y disponiendo cada Día del Periodista de pensiones privilegiadas ascendentes a 25 y 30 mil pesos.
Esa y no otra es la historia sobre la colegiación, lo demás es resentimiento innecesario e injusto.
Lo importante de un hombre o una mujer, dicen los teóricos: no es cómo comienzan, sino como determinan.
Don Rafael nunca negó que sirvió a Rafael Leonidas Trujillo Molina, “el jefe” y cuando don Beby Ricart le ofertó pasar a dirigir Listín Diario, cerrado precisamente por el tirano, con su estilo peculiar le advirtió si estaba dispuesto a darle la dirección de ese medio a un trujillista. El tiempo, testigo mudo de la historia, se encarga de proclamar que don Rafael Herrera fue un periodista plural, moderado, conciliador en ocasiones, que salvó muchas vidas de jóvenes revolucionarios en aquellos doce años sangrientos de Joaquín Balaguer y sus editoriales permitieron abrir caminos para obras sociales y el desarrollo de la nación.
Algo parecido sucedió con Orlando Martínez, egresado de la universidad Patricio Lulumba, en la Unión Soviética, secretario general de la Organización Internacional de Juventudes Comunistas, cuadro importante del Partido Socialista (PSP), convertido en Partido Comunista Dominicano (PCD), que ingresa al ejercicio periodístico reclutado por Freddy Gastón Arce, director de El Nacional de ahora, en el momento que se libraba una lucha ética en ese medio, cuya redacción realizó una huelga por la censura dispuesta por su propietario Rafael Molina Morillo (Molinita), a un trabajo de Víctor Grimaldi sobre los maltratos a los trabajadores cañeros en el Central Romana, propiedad de Gula and western Corporation.
En la ceremonia donde de develaron los bustos de Herrera y Martínez en la Casa Nacional del Periodista Juan Manuel García, un periodista sin vacaciones recordaba como Orlando Martínez tiró al suelo un ejemplar del periódico El Nacional, negándose a dar diez pesos para los alimentos de los periodistas que ocupaban la parte frontal de Publicaciones Ahora.
La ocupación de El Nacional encarnaba la dignidad del ejercicio periodístico en la República Dominicana, que concluye cuando el doctor Molina pide la fuerza policial, que en horas de la madrugada desaloja a los y las periodistas a culatazos.
Es decir, que Orlando en su inicio fue un rompehuelgas y nunca participó en las actividades del Sindicato Nacional de Periodistas Profesionales (SNPT).
Ese fue su inicio, cumpliendo la máxima de que lo importante no es cómo se comienza, sino cómo se determina. Orlando se reivindicó asimismo y su asesinato es un hecho histórico, por lo que se conoce más allá de su columna Microcopio.
De Rafael Herrera a Orlando Martínez existen grandes diferencias que coinciden en lo emblemático de estas dos figuras, que deben ser estudiadas en su justo contexto histórico, sin pasión, intereses creados y conceptos caprichosos.