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Isidro Mejía: “Para mí, la comunidad es una iglesia”

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Encontramos al pastor Isidro Mejía con el bolsillo lleno de recetas de ungüentos y lociones para sanar la piel de muchos niños, procedentes de familias afectadas por el huracán Georges, que azotó al país en 1998.

“Es casi un milagro ver cómo podemos curarles, hasta con medicinas que elaboramos nosotros mismos, de esas recetas naturales que enseñaron los abuelos. Encontramos pequeños con la piel deshecha, y tras aplicarles estos medicamentos mejoran notablemente”.

Habla con serenidad, le nace una pronta sonrisa a flor de labios. Tiene la mirada limpia, el gesto confiable. El pastor Mejía se abre al diálogo con la sencillez de su grandeza- O, da igual: con la grandeza de su sencillez-.

El primer impacto

Cuando hace cuatro años llegó a este sitio, las imágenes deprimentes del modo en que vivían las familias del sector George, en la Romana, las carencias para atender tantos requerimientos, sobre todo de niñas, niños y adolescentes, deprimió al pastor que, de vuelta al hogar, confesó a su esposa lo que hoy comparte con los lectores de DominicanosHoy:

“El primer día, cuando vine a pastorear a este lugar, descubrí las necesidades de mucha gente; el descuido de las autoridades; ese polvo que enferma a los niños, el mismo que cuando las personas lavan su ropa tienen que volver a limpiarlas, porque la suciedad se les pega del aire. Vi tanta hambre y miseria que cuando llegué a mi casa, literalmente lloré. Le dije a mi esposa que no podía hacer este trabajo, que llamaría a mi superior y le explicaría todo para que buscara a otra persona”.

-¿Qué pasó entonces?

“Gracias a Dios, no respondieron al teléfono. Al día siguiente volví. Así sucesivamente ha ocurrido durante estos cuatro largos años. La misericordia divina permitió que me quedara junto a estas pobres gentes, y me dio el honor de permanecer haciendo este trabajo”.

-¿Cómo califica este cuatrienio?

“De inerrables sacrificios, esfuerzos y sufrimientos. De sudor, trabajo, pero también de una satisfacción que no cambiaría por nada. En mi experiencia secular llegué a tener muy buenos salarios, siete y u ocho veces más de lo que percibo actualmente. Pero, no cambiaría lo que hago ahora por nada en el mundo”.

– Usted tuvo en fecha reciente una nueva oferta de trabajo muy prometedora…

“Sí, la última empresa con la que trabajé se trasladó a China, yo había desarrollado muy buenas habilidades en los productos manufacturados que ellos expendían. Me hicieron la oferta de trasladarme a ese gran país y trabajar con ellos en este nuevo proyecto.

“Cuando vieron que me negué, la gerente me dijo que cómo podía cambiar un saco de dólares por este trabajo, a cambio del cual no recibía nada. Le dije que la satisfacción que yo recibía por esta labor con una comunidad tan necesitada, me haría renunciar a todo aquello que el dinero no me puede dar: amor, atenciones, y esta vida que día a día les entrego en cada tarea”.

Todos por igual

En el barrio de unos tres mil habitantes, don Isidro Mejía asegura llegar a toda la comunidad, da igual si son o no miembros de su iglesia: “Vemos personas y sus carestías. Como nos ve Dios, quien no hace diferencias entre los unos y los otros. No importan sus iglesias, sino sus miserias. Para mi, la comunidad es una iglesia toda”.

Amplía el pastor que, aunque la matrícula del Centro de Desarrollo Integral Covenaut es de 325 niños, de manera indirecta abarcan más del doble de esta cantidad, incluyen hermanos, primos y otros familiares: “Quisiéramos tenerlos a todos aquí, pero no es posible debido a tantas limitaciones materiales”.

– ¿Cuáles actividades desarrollan con ellos?

“Nos enfocamos en el área deportiva, en la liga de Béisbol. Menores de todas las iglesias participan. Hasta algunos jovencitos ya han sido contactados para ir a campos de entrenamientos, a fin de incluirse en las grandes ligas y quién quita que un día tengamos grandes peloteros de este barrio. También realizamos actividades en piscinas plásticas, campañas, caminatas…”.

– Como pastor, ¿cómo establece la relación con las familias?

“A partir de una esencia que compartimos con International Compassion, con quien nos mantenemos muy unidos: niños y niñas vienen a conocer a Jesús, trabajamos con ellos, visitamos sus hogares, contactamos con menores que necesitan cuidados médicos y no descansamos cuando un niño está enfermo hasta saber que ya está sano”.

– ¿Cómo ve el futuro del sector George?

“Siempre digo que este barrio será próspero y llamará la atención en un futuro no lejano. De aquí surgirán profesionales de la medicina, ingenieros, maestros, grandes peloteros. Un sitio hacia donde el país tendrá que mirar con respeto. Hemos declarado la presencia y el amor de Dios y no sólo convocamos, sino que trabajamos para eso.

“Porque esos menores que ayudamos, poco a poco se van integrando a la sociedad. Un día serán seres productivos, personas que impactarán a la sociedad. Para eso trabajamos. Ese es el eslogan de International Compassion: sacar a los niños de la pobreza.

“Cuando llegamos a sus mentes y les enseñamos a desarrollarse como entes sociales, amar a Dios y a su país, ¿cómo no vamos a tener resultados? En un futuro no conocerán este sitio. En vez de polvo, suciedad y olvidos, habrá empresas, instituciones, muchas personas que desearán invertir aquí. Ya verán, ya verán…”

– Muchas gentes, adultos y menores le llaman “mi pastor”…

“Creo que Dios me ha dado gracia para servir a esta comunidad. Quizás por mis aspiraciones personales estaría en otro lugar. Pero aquí amo, soy amado y los niños son como míos. Se que me ven de esa manera. Agradezco este don a Dios”.

– ¿Un mensaje final…?

“Primero que todo, darle las gracias a ustedes, porque forman parte de lo que hemos profetizado: que algún medio de comunicación vendría un día a hacer este reportaje. Lo otro es llamar a las autoridades: síndicos, gobernadores, senadores; al presidente de la República. Creo que es posible que vea esta entrevista y por eso, a él, particularmente le digo lo siguiente:

“Señor presidente, en su país hay un barrio que se lo está tragando el polvo, el hambre, que necesita ayuda, que alguien le extienda una mano. Pregunte, por favor, por el barrio George y sabrá que esto no es un pequeño Nueva York, sino una ínfima jungla en medio de la civilización.

“Espero que quien lea esta entrevista, quien quiera que sea y tenga la oportunidad de ayudar a estas personas, será muy bien recibido. En el nombre de Dios, doy las gracias. ¡Amén¡”.

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