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“No podemos ayudar a todas las personas sordas”

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Onelia Aybar, directora del Centro Educativo del Instituto de Ayuda al Sordo, Santa Rosa, aclara que llegó a la institución con apenas 17 años y decidió quedarse para siempre.

“Hay que tener paciencia y amor muy particular por esta población que posee una condición muy especial y también sus propias necesidades”, expresa Aybar a DominicanosHoy y rememora con orgullo esos primeros pasos junto a la directora fundadora del instituto, Elsa Sugo y otras personas que le reafirmaron lo que ya su madre le había enseñado:

“A esta tarea le atañe una vocación de servicio social. Se trata de un esfuerzo adicional al que el maestro regular realiza para lograr los aspectos académicos. Es la parte afectiva la que se sustenta más en los menores sordos. EL maestro no se puede circunscribir a la parte docente; hay un compromiso muy fuerte con el desarrollo emocional, afectivo de ese niño, adolescente y también de su familia, sin cuyo apoyo, es imposible obtener resultados”.

– Usted se ha dedicado a formar profesores para trabajar con niñas y niños sordos. ¿Cómo se desarrolla esta labor pedagógica, dada las características especiales que reviste dicha enseñanza?

“Mi participación ha sido desde esta misma institución, pues en el país no existe la carrera de Educación Especial. El Instituto de Ayuda al Sordo ha tenido que formar a sus propios maestros para contar con ellos en las aulas. También hemos trabajado en convenio con la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en talleres de actualización y en la capacitación de quienes laboran, no sólo para el instituto, sino también en otros centros educativos del interior del país.

“Es la forma de acceder a enseñanzas didácticas. En lo personal, he impartido materias de las que se enseñan en los cursos y también he sido coordinadora de estos”.

– ¿Cuántas entidades de este tipo funcionan en el país?

“Creamos una base de datos que se ha ido integrando en unos veinte centros educativos, para atender a estudiantes con pérdidas auditivas a nivel de todo el país.

“La mayoría de estos centros han surgido por iniciativa privada y tienen muy desigual nivel de desarrollo. Algunos están bien constituidos, con programas establecidos y otros, muy incipientes, han surgido a la luz de las necesidades que existen en diferentes comunidades. Es una manera de responder ante las grandes carencias.

“Nosotros, como instituto, contactamos con todos esos centros y la línea de unión se basa, sobre todo, en el fortalecimiento del personal docente”.

– ¿Qué sucede con aquellos menores, por ejemplo, los de las provincias del Sur, que nacen con limitaciones auditivas y por lejanía y falta de recursos no pueden atenderse en esa veintena de centros especializados? ¿Hay alguna manera de llegar hasta ellos, aunque sea con una atención básica en su comunidad?

“Como dices, el Sur es la parte más pobre y desprovista de servicios del territorio nacional. Existen programas muy pequeños, como decía. Nosotros intentamos, como instituto, ayudar con nuestra base de datos y en la capacitación. Compartimos esta información para que, cuando se detecte ese niño, niña y también adulto con sordera, puedan recibir orientación.

“Lamentablemente, hay una gran precariedad en las asistencias audiológicas y otorrinonaringológicas. Hasta hace poco, había un solo otorrinonaringólogo y creo que ahora mismo no hay ninguno en la región Sur. Luchamos porque las acciones se encaminen y en estas comunidades puedan detectarse a tiempo las personas sordas. Para ir a lo educativo, hay que tener un diagnóstico”.

– ¿Una de las más grandes dificultades que enfrentan es el diagnóstico…?

“Sí, este es uno de los mayores retos. Porque, los programas educativos se van a nutrir de los casos diagnosticados y hay un vacío en las estadísticas reales. Se impone que las autoridades públicas se interesen en esto, que sean más agresivas y ayuden”.

– En este sentido, profesora, ¿qué ayuda estatal reciben ustedes como institución para llevar a cabo estos programas de ayuda al sordo?

“La subvención es muy reducida, una suma de 150 mil pesos mensuales, demasiado pequeña para que los programas se cumplan”.

– En relación con la familia, ¿cómo logran que se dignifique el apoyo al ser que nació con tal limitación dentro del hogar?

“Hacemos un trabajo con la familia dirigido a ofrecerles un diagnóstico real de la pérdida auditiva que sufre esa persona. Para ello, nos beneficiamos con el Centro Audiológico Dominicano, que detecta esta condición en niños recién nacidos y hasta adultos. Pero, tratamos de que esos familiares le ofrezcan un apoyo emocional.

“Les capacitamos, enseñamos cuál puede ser el lenguaje de un niño sordo, de qué manera pueden comunicarse. Dejamos que sea la familia quien elija la manera más apropiada de interrelacionarse; pero, les orientamos a fin de que puedan desarrollarse socialmente y esa persona con deficiencia auditiva crezca útil y logre un empleo.

“Es un proceso de acompañamiento muy largo, pero necesario. Es básica esta relación con la familia en el concepto de aceptación. No podemos hablar de integración escolar, social y socio económico, si no existe, en primer lugar, esta interacción familiar.

“No podemos resolver, sin embargo la situación de todas las familias que tienen a alguien sordo. Por eso requerimos de políticas públicas que favorezcan al desarrollo de los programas que se están llevando a cabo por parte de nuestra institución y las que intentan en todo el país brindar este servicio.

“Es imprescindible un apoyo estatal más eficiente; porque, aún sin contar con una cifra estimada real, sabemos que este grupo social de personas sordas es numeroso en la República Dominicana”.

Me integré al instituto por el corazón

Eduardo De Moya es un joven empresario, miembro de la Junta Directiva del Instituto de Ayuda al Sordo, Santa Rosa, a la que llegó, según sus propias palabras, por motivos del corazón:

“Mi familia, desde que era niño, participaba en actividades que significaban fuentes de recursos y una manera de dar a conocer la institución. Tenía unos 6 años y desde entonces me he ido acercando, porque el instituto necesita sangre nueva, no para sustituir a nadie, sino para aportar ese empuje de la propia Junta Directiva y hasta por la necesidad de un relevo generacional.

“Creo, además, que es imprescindible el comprometimiento con esta labor que se ha desarrollado siempre, desde hace casi 40 años”.

En relación con las funciones de los 12 miembros de la junta, De Moya asegura que la mayoría contribuye con sus experiencias en varias áreas.

“En la actualidad mantenemos una estructura física y de recursos humanos que permiten el funcionamiento del instituto día a día: una planta física y su profesorado. Nosotros, como Junta Directiva, desarrollamos actividades de contactos y de muchas maneras buscamos recursos para que se pueda continuar llevando a cabo esta labor.

-¿Cómo se comporta esta búsqueda de recursos, aún en momentos de crisis?

“El mundo ha ido cambiando y empresas e instituciones que nos ayudaban y tenían esas motivaciones, ya no las tienen. Encima, las crisis mundiales afectan y hay empresas y organizaciones internacionales que antes nos apoyaban y ahora hemos visto mermar su patrimonio; además, exigen condiciones y exigencias para aportarlos.

“Todavía la bondad se mantiene en el mundo y mucha gente participa, con dinero algunas, con tiempo otras, donaciones de equipos, etc. El pueblo dominicano siempre ha sido ávido para colaborar.

“Entre las principales fuentes de ingreso están las de los familiares, que son prácticamente simbólicas; pero, crea un vínculo y compromiso con el estudiante. Otras, por ejemplo una alemana, con quien nos relacionamos desde hace años. También se hallan los programas de beca, con patrocinadores locales que facilitan el funcionamiento del instituto”.

Objetivos para la ayuda a sordos en 2009.

Imbuido por un propósito que asume con responsabilidad y franca nobleza, Eduardo De Moya indica que, aparte de mantener la estructura que ha logrado el Instituto, la Junta Directiva busca un relanzamiento de la entidad y anhela duplicar la cantidad de estudiantes, con la posibilidad de una tanda vespertina.

“Es nuestro propósito ampliar la base de donantes y contar con todo el equipo para el óptimo funcionamiento del Centro Audiológico Dominicano en las detecciones tempranas de la sordera”.

Con mucho aún por decir, ver y sobre todo, sentir, casi nos despedimos en esta visita al Instituto de Ayuda al Sordo, Santa Rosa. Pero, nos retienen sin reparos las imágenes de pequeñas criaturas en torno a las profesoras Yohanny De Luna, Ana Esther Jiménez, Ana Rodríguez y Lady Esther Mojica Reyes, esta última, también sorda, educada en el instituto donde hoy ayuda a niños y niñas a prepararse como ella, para una vida donde esta limitación, dice con orgullo, no le ha imposibilitado aprender y ahora enseñar como ser útil y capaz.

Nos alejamos con la interrogante de cuántas personas como Lady Esther Mojica estarán en la larga lista de espera, para ser ayudadas a vivir con ese vacío de los sonidos, en un mundo pleno de ellos.

De Moya y Aybar sueñan con proyectos mediante los cuales, desde la misma maternidad, se detecten los problemas auditivos de los menores y no haya que esperar tarde. O que en los colegios se hagan diagnósticos que eviten las tristezas de las burlas cuando, como escribió un niño sordo en su oración a Dios: “¿O estaré arrinconado/ mientras los otros se acercan a Ti rezando/ y yo me pregunto lo que ellos están diciendo, Señor, como tantas veces me pasa aquí?.

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