La escuela Salomé Ureña, del sector Capotillo, en la parte norte de la capital, no escapa a la dejadez y el abandono oficial que afecta gran cantidad de planteles escolares de la República Dominicana.
Nueve pequeños cubículos de unos 15 metros cuadrados, techados con zinc viejo y separados uno de otro por pedazos de cartón, sirven de aulas a 350 estudiantes matriculados en ese centro educativo en la tanda vespertina y otros 125 en la matutina.
Las clases se imparten desde el primer grado y hasta el octavo y, cada curso admite entre 35 a 40 muchachos, que reciben las instrucciones atiborrados entre sí por la estreches del espacio.
Pese a lo incomodo de las aulas, el calor que produce el caliente sol y la poca ventilación de los cubículos, los estudiantes muestran una buena disciplina y a decir de los educadores, todos logran buenas calificaciones.
El pasado año sólo dos reprobaron las Pruebas Nacionales, de un grupo de 80, lo que representa un orgullo para el centro y su directora, la profesora Rusber Coradín.
La escuela Salomé Ureña funciona en una vieja casona, propiedad de la familia Coradín, quienes dispusieron el espacio para albergar los estudiantes que en el 1994 fueron dejados en la calle, cuando el gobierno de entonces inició la construcción de una escuela, en los terrenos donde ahora funciona un centro del Consejo Nacional para la Niñez (CONANI).
La casa fue cedida tan sólo para concluir el año que transcurría, pero el tiempo fue pasando y a 16 años, el gobierno no ha mostrado interés en mejorar las condiciones educativas de ese sector, pese a que los propietarios de la desvencijada casa tienen la intención de venderla.
La leyenda sobre este centro escolar se remonta al año 1975, fecha en que fue fundada, pero 34 años después, tanto el personal docente como los vecinos siguen reclamando la construcción de una escuela que responda al nuevo currículo educativo.
Cuando en el año 1994, el gobierno inició la construcción de la escuela y todos corrieron a la destartalada casona donde hoy funciona, lo hicieron con la ilusión de que en pocos meses les entregarían el centro.
Pero la espera se hizo muy larga, porque no fue hasta el 2004, siendo presidente de la República, Hipólito Mejía, cuando concluyó la construcción.
No obstante, en una jugada que hasta el momento los profesores y la comunidad no se explican, el presidente Mejía entregó la edificación al CONANI, motivo por el cual la escuela sigue funcionando en estas inadecuadas instalaciones.
Para los docentes, sólo el amor al prójimo y el deseo de ayudar en la formación de los muchachos, los impulsas a cumplir con el deber de educar, anteponiendo las dificultades que presenta el local.
Los profesores se quejan del poco espacio físico, aseguran es la principal dificultad para desarrollar el programa educativo. También en tiempo de lluvia, el agua corre por las aulas, impidiendo el norma desenvolvimiento de la docencia.
Tampoco cuentan con los mobiliarios suficientes, en todas las aulas hacen faltas butacas, escritorios y pizarras. La falta de asientos obliga a que varios alumnos reciban las orientaciones de pies.
La escuela Salomé Ureña se mantiene en estas condiciones, pese a que el presidente Leonel Fernández, en su discurso del pasado 27 de Febrero, ante la Asamblea Nacional, anunció que aumentaría el presupuesto a Educación para este año en RD$4,090 millones.
Esos recursos, según explicó el presidente Fernández, serían obtenidos a través de los organismos multilaterales y destinados a la construcción y equipamiento de nuevas aulas, mantenimiento de la infraestructura escolar, alfabetización, formación docente y uso de medios didácticos.
De acuerdo con informaciones ofrecidas por el subsecretario de Educación y director de Mantenimiento e Infraestructura Escolar, Giovanny Romero, esa cartera tiene un plan nacional de rehabilitación de planteles escolares en dos fases.
El primero se lleva a cabo con recursos del presupuesto y el otro se ejecutará con fondos de la inversión adicional que prometió el presidente Fernández.
No obstante, la dirección de la escuela Salomé Ureña y la comunidad llevan 16 años gestionando en Educación la construcción de ese centro, pero a la fecha sólo han recibido promesas que no les cumplen.