Nairobi.- Cerca de un millón de turistas visitan Kenia cada año atraídos por los parajes naturales, los safaris y las playas, pero lo que quizá pocos saben es que también es posible hacer turismo en el mayor barrio de chabolas de África.
En la parte sur de Nairobi, la barriada de Kibera es el hogar de un millón de personas que viven hacinadas en pequeñas casuchas, la mayoría sin agua corriente y muchas también sin electricidad.
Con un nivel de pobreza muy elevado y un aspecto sucio y desordenado, Kibera no parece el lugar adecuado para hacer turismo y, de hecho, embajadas y agencias de viaje recomiendan a sus ciudadanos y clientes que no entren allí.
No obstante, la organización Kibera Tours fue creada en septiembre del 2009 precisamente con la idea de atraer a turistas a este barrio de chabolas, considerado el más grande del continente africano.
"Nuestro objetivo en Kibera Tours es doble: crear trabajo para los jóvenes de la zona y cambiar la idea de un barrio de chabolas en ambos lados, los habitantes y los visitantes", dice a Efe Freddy Otieno, co-fundador y guía de la empresa.
Otieno, de 23 años, nacido y criado en Kibera, añade que "no es bueno creer en las críticas sino en lo que uno conoce por experiencia".
El joven creó la organización con Martin Akunya Oduor, también nacido y residente en Kibera, y Esther Bloemenkamp, una holandesa que vivió seis meses en Nairobi y pensó que sería interesante dar a conocer la barriada a otros visitantes.
Tras pagar los 2.500 chelines (unos 25 euros) que cuesta la visita y que la organización re-invierte en Kibera, Antonio, italiano, y Eugenia, española, acompañan a Freddy y su hermano Franky por las calles del barrio.
La visita comienza en el mercado al aire libre de Toi, el segundo mayor de Nairobi y que sirve como una de las entradas a Kibera, y desde allí continúa por los lodazales llenos de desperdicios que son las calles de la barriada.
"La verdad es que si yo viviera aquí, no me gustaría que turistas visitaran mi barrio en este plan", dice Eugenia, de 32 años y que sólo lleva un mes en Kenia, aunque ya ha estado en otros países africanos.
Freddy responde que "no es como un zoo, hay interacción, los visitantes hablan con la gente de Kibera, éstos les hacen preguntas, de dónde son, y quizá conocen alguna ciudad española o tienen algún amigo en España".
Según la organización, un 80 por ciento de la gente de Kibera aprueba estas visitas, que además tienen una repercusión económica positiva en la comunidad.
Con el dinero que pagan los turistas, los guías obtienen su salario y Kibera Tours apoya una escuela-orfanato, una tienda de bisutería que emplea a varias mujeres y otro negocio en el que varios jóvenes crean todo tipo de adornos a partir de huesos de animales.
Además, la organización también participó en la construcción de un centro que ofrece aseos y cuartos de baño y que recicla los desechos para producir biogás.
Antonio, que lleva 10 meses en Kenia pero aun no había visitado Kibera, cuenta que "mis colegas del trabajo, casi todos kenianos, se sorprendieron y me dijeron que tuviera cuidado en este barrio, aunque ellos nunca han estado aquí y no entendían porqué yo quería venir".
El pequeño grupo recorre el barrio entre los saludos de los niños que juegan en las calles y las miradas curiosas de algunos adultos que viven y trabajan allí.
La visita acaba en la chabola de unos 16 metros cuadrados que Freddy y Franky comparten con otros siete miembros de su familia, donde los guías y los visitantes charlan animadamente sobre la vida diaria en el barrio.
Antonio sonríe y dice que "estaba un poco asustado y no habría venido solo pero he visto que la gente es muy amistosa, como en cualquier otra parte".
"Cuando viajas, tienes que tener experiencias como ésta, no hay que ir sólo a lo bonito y a los museos, hay que ver también cómo vive el resto de la gente y para mí ha sido muy interesante", añade.
Eugenia coincide y admite que "me lo imaginaba más peligroso pero no sabes lo que es hasta que lo ves, la gente te acoge muy bien y los niños son más cariñosos que en Europa", dice mientras juega, precisamente, con dos niñas que se han acercado al grupo. EFE