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Dedé Mirabal, la hermana sobreviviente

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Bélgica Adela Mirabal, (Dedé), la única de las hermanas Mirabal viva, ha asumido su existencia como una especie de prolongación de la heroica familia.

“Yo me mantengo sosteniendo sus memorias y defendiendo sus recuerdos. Eso es lo que me da fuerzas para seguir adelante”, afirma.

En la octogenaria residencia de Ojo de Agua, Dedé cuida cada una de las plantas, sustituye las maderas desvencijadas y respira, con la mirada oscura, muy fuerte, el aire que los Mirabal siempre resguardaron en aquel sitio que se torna casi mitológico. De igual manera preserva la casa que su madre Mercedes Reyes Camilo, mamá Chea, decidió construir, más al centro de Salcedo, cuando el padre, Don Enrique, falleció, y con la intención maternal de proteger a las muchachas que un día salieron por una de las puertas, la misma que ella mandó a cerrar hasta que regresaran y que así se mantiene hasta nuestros días, en ese sitio devenido hoy Museo de las Hermanas Mirabal.

Las manos de Dedé se mueven prestas por todo aquel cúmulo de recuerdos, pertenencias y símbolos que consagran este rincón histórico que visitan criollos y foráneos, sobre todo niñas, niños, adolescentes y jóvenes estudiantes.

Dedé anda por acá y por allá, con la historia saliéndosele por cada poro y habla con la palabra ronca, más por sentimientos que por inflexión vocal o por sonidos:

“Desde el año 1921 se construyó esta casa de Ojo de Agua. Algunas cosas han cambiado: tablas nuevas, ciertos detalles, pero el piso se conserva intacto y los recuerdos, toditos están aquí”, y señala firme su pecho.

“Mi madre tenía una formación política muy arraigada y mi padre era un comerciante de mucho empuje; más aún si tenemos en cuenta su época. Patria era, no sólo la primera de nosotras, sino la hija del amor. Fíjate que las demás la celábamos. Cuando ella tenía casi 11 años, yo tenía 10 y Minerva alrededor de 9.

Fue enesa época cuando nació la otra hembra, María Teresa. Papá esperaba un
varón.

“Patria se casó muy joven, casi con 17 años y si me preguntas cómo era esa hermana mía, tengo que responderte con la claridad que siempre lo hago: reunía muchas cualidades, esa es la verdad. Organizada, esposa, hermana e hija modelo.

La continuábamos celando después de casada, porque aún así venía siempre aquí y estaba al tanto de nuestros padres.

“Y mira si era detallista, que vivía preocupada porque mamá no conocía el mar y no paró hasta que consiguió que esto sucediera. A mí, por ejemplo, me llevaba a los aguinaldos de Navidad. Porque yo quería ir a las fiestas, pero Minerva y María Teresa no estaban en la casa, si no estudiando. Entonces ella se encargaba de complacerme, aunque Pedrito, su esposo, no bailara. En verdad, él la complacía en todo y la amparaba.”

El orgullo de Papá “El orgullo de nuestro padre se manifestaba aún más cuando la casa de Conuco, tan adornada con las flores de Patria, era visitada por comerciantes y hombres de negocios, holandeses y de otros países, a quienes él llevaba a conocer a su hija mayor.

“Es que ella hacía cosas maravillosas con sus manos y su hogar, su jardín, todo cuanto le rodeaba era muy exclusivo. Eso lo había aprendido de mamá, pero, sin duda, ella le ponía su sello.

“Era muy sensible, muy humana. Cuando murió, iban a su casa personas humildes,de todas las razas y abrían sus brazos pidiendo a Dios por su descanso eterno y agradeciendo haber conocido a un ser como ella.

“Es que siempre tenía para todos un pedazode pan o algo que ofrecerles. Patria era una mujer con mucha delicadeza y extremadamente solidaria,lo fue hasta en ese momento de su muerte. Mamá les recordaba a mis hermanas el peligro que corrían, repetía: voz del pueblo, voz del cielo, para que tuvieran en cuenta lo que podía suceder con esa visita, ese día, a sus esposos presos. Pero Patria, que ya venía de visitar a Pedrito, insistía en acompañar a Minerva y María Teresa de todas maneras.

“Yo aún creo verla, con su rosario, rezando ese Salmo 23 que siempre me la recuerda. Un día leí en el Listín Diario una frase que la caracterizaba como mujer perínclita. Así la definieron con mucha razón”.

Vivir sin rencores

“Aquel día de sus muertes, cuando regresé del entierro de mis hermanas, mi madre, deshecha en llanto, me dijo: he perdonado a los verdugos de mis hijas, para que ellas descansen en paz.

“Así he vivido, desde entonces, sin rencor, sin venganza, como me enseñó ella. Creo que mi misión es la que cumplo ahora y doy gracias a Dios por tener esta salud que me permite hablarles a niños y adultos de la historia de mi país.“Minerva, Patria y María Teresa dejaron sus hijos huérfanos, pero hay tantos niños, hijos de este pueblo, que las reconocen y ven en ellas lo que simbolizan en nuestra historia de luchas.

“Trujillo las mató por esa capacidad y entereza que tenían. No las perdonó. A los tres meses hizo que lo trajeran a Salcedo para que las gentes le rindieran pleitesía y le celebraran una fiesta. ¿Te imaginas cuánta maldad para hacer algo así, en el sitio donde vivieron mis hermanas? Dicen que ya en ese final de su vida estaba muy perturbado, que creía ver o escuchar el nombre de las Muchachas por todas partes y que un psiquiatra le había aconsejado venir a este sitio y comprobar que las gentes no lo rechazaban. Había tanto miedo hacia él, tanto terror.

“Y mire si su maldad era grande, que hizo que mi madre firmara una carta, a los 9 días de la muerte de sus hijas, donde dijera que se trataba de un accidente. No se me olvida que entré gritando y dije:no, mamá, no, tienen que pasar sobre mi cadáver antes que tu firmes esa carta. Uno de nuestros tíos me encerró en un cuarto y le dijo a mamá: a usted le queda sólo esa hija comadre, firme la carta…

“Mis hermanas fueron heroínas, mi madre una mártir. Su pena duró muchos años. A veces me miraba y decía: ¿hija, cómo puedo vivir con este dolor? “Yo tuve que resignarme. Las perdí y en esta Fundación de las Hermanas Mirabal, que presido, dedico todo mi tiempo a mantenerlas vivas. Eso hago. Eso es lo que me corresponde hacer ahora. Cada año recibimos miles de visitantes de aquí, de Europa, sobre todo alemanes y norteamericanos y de muchas otras partes del mundo. Pero en los últimos años, miles de personas visitan el Museo. Sobre todo en noviembre, alrededor de la fecha en que mataron a las muchachas.

“A todas esas personas yo les hablo, da igual sus edades. Me preguntan tantas cosas y les respondo. Les explico con detalle. A veces, no le niego, aún con los ojos abiertos me parece que las estoy viendo aquí”.

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