Aunque la inmigración masiva e indocumentada ha disminuido en algunos estados norteamericanos, el desempleo sigue en aumento, aún cuando la búsqueda de múltiples formas de trabajo se multiplica.
En la República Dominicana el fenómeno del trabajo informal es una de las cuestiones que se debaten en el contexto nacional, debido a su influencia en el desarrollo económico del país, vinculado, además, tal y como se ha planteado, con el proceso de migración rural-urbano, que se observa desde el siglo XX y que tuvo mayor fuerza durante las décadas de 1950 a 1970.
Analistas y críticos plantean que la debilidad del sistema de producción dominicano no es nueva, ya que integra la incapacidad misma para solucionar las necesidades de empleo entre la población, un 56% se agrupa en el trabajo informal.
Sin embargo, los especialistas explican que la solución no está en “formalizar”, pues no hay capacidad para ello, sino en ayudar en la organización y buen funcionamiento de esos trabajos: una formalidad organizada, de la cual muchos países han dado ejemplos y puesto en alto el papel de la pequeña y mediana empresa.
La denominada sobrevivencia resulta imán indiscutible para el sector informal y es cierto que se presentas múltiples desórdenes. ¿Qué hacer entonces? El futuro pasa por esas microempresas, sostienen voces autorizadas en el tema y añaden: ¿cómo articularse con las grandes?: Hace falta que las leyes normen objetivamente esa actividad con el funcionamiento requerido, sin olvidar el imprescindible apoyo financiero, todo lo cual redundaría en el perfeccionamiento técnico.
El tema del trabajo informal en la República Dominicana se suma a la propuesta como país, donde la historia de pequeñas empresas financieras devenidas grandes es parte de los ejemplos.
Definitivamente, “la capacidad de regular y lograr que el Estado figure como interventor eficiente. Quizás, cumplidas algunas de estas expectativas, tengamos un mercado con justicia y equidad social. ¿Podremos?