El Partido Revolucionario Dominicano deberá dar un giro de más de 360 grados para poder reconectarse y reencontrarse con los sectores que ha ido perdiendo en los últimos diez años, como consecuencia de sus diferencias internas.
Con mucha insistencia hemos venido escuchando recientemente a varios dirigentes del partido del Jacho Prendido, pedir a los principales competidores, Hipólito Mejia y Miguel Vargas Maldonado, ponerse de acuerdo para echar a funcionar la maquinaria de ese partido, que luce entrampada en las luchas internas.
También hemos escuchado a diversos sectores de la población dominicana reclamarle al PRD que no está haciendo oposición, porque mientras desperdicia el tiempo en las confrontaciones internas por la candidatura presidencial, ha dejado de ocuparse de los problemas que afectan al pueblo dominicano.
Tengan o no razones, quienes piensan de ese manera sobre el accionar del Partido Revolucionario Dominicano, no deben olvidar que desde su fundación en 1939, esa organización política ha venido enfrentando ese tipo de problemas y que en cierto modo, por mucho tiempo se había alimentado de esas diatribas, lo que en definitiva lo mantenía en la palestra publica y en la agenda del pueblo dominicano.
Sin embargo, donde está el equívoco de quienes pretenden mantener a ese PRD, de las luchas intestinas y de la indisciplina, todavía no acaban de entender que la población dominicana ha cambiado su mentalidad y que lejos de las malquerencias y los enfrentamientos por intereses grupales o personales, lo que busca entre los partidos políticos y quienes los dirigen son los planteamientos de solución de los grandes problemas nacionales.
Los problemas que puedan generar las aspiraciones a la presidencia de la República, de Miguel Vargas o Hipólito Mejía, sólo interesan a una parte de los perredeístas, sobre todo a los que se encuentran en el entorno más íntimo de ambos precandidatos, por las posiciones que desean ocupar en un posible gobierno de uno de ellos.
Mientras eso ocurre, esos dos aspirantes a la presidencia de la República, deben entender que al partido blanco se le está haciendo tarde para recuperar el terreno perdido y que para hacerlo deben deponer sus posiciones sectarias y olvidarse del PRD de las confrontaciones y las divisiones, que a lo largo de toda su historia le ha costado la permanencia en el poder.
Los perredeístas no pueden perder de vista que se encuentran frente a la maquinaria electoral más poderosa y cohesionada que registre la historia política nacional, que es el Partido de la Liberación Dominicana, luego que se diera el proceso de fusión política que se inició en el país, en 1996, con la conformación del Frente Patriótico que llevó a Leonel Fernández Reyna por primera vez a la presidencia de la República.
Las imposiciones, el avasallamiento y las trapisondas políticas, que se produjeron en el reciente pasado en el PRD, por parte de un sector que aspiraba a controlar toda la estructura de ese partido, deben ser dejados a un lado para darle paso a un proceso de entendimiento y armonía que las bases perredeístas están reclamando a quienes dirigen el partido.
De esos sectores no escuchar el reclamo y el clamor popular, que se expande por toda la geografía nacional y luego proceder a reconquistar a quienes por no perder su tiempo se han alejado de las filas del PRD, quedarse indiferentes ante ello, de seguro que esa organización política acudirá inevitablemente a otra derrota en las elecciones presidenciales de 2012.