El proyecto de ir tras las especias a la India por una ruta sin operadores hostiles, no se gestó de una noche a la mañana, y pudo llegar a la fase de ejecución porque sus impulsores se resistieron al fracaso. El acontecimiento que lo impulsó se produjo dos años después del nacimiento, en Génova, de Cristóbal Colón: la toma por los turcos de Constantinopla, lo que les confirió el dominio de unas de las dos rutas que empleaban los europeos para llegar a Oriente a abastecerse de especias. Pasar por ahí implicaba para los cristianos depender del enemigo y enriquecerlo con altos tributos.
Veinticinco años después de nacer, Colón hacía la transición de su vida de comerciante a la de marinero, y había participado en hazañas en las que su vida no acabó porque estaba reservado para la grandeza.
Su casamiento con la portuguesa Isabel Moñiz tendría gran influencia en la concepción de su gran meta, puesto que le dio oportunidad de leer y releer unas crónicas inéditas de viajes atlánticos que el padre de su esposa había elaborado. Recibe además otras señales de que en ese camino que los conduciría a la India por ruta alterna tenía que haber sorpresas interesantes, pues, como narra F. A. Kirkpatrick, “oyó hablar de trozos de madera labrada que flotaban en el Océano, de enormes cañas y árboles raros arrastrados hasta la playa en Porto Santo o en las Azores, así como botes; y una vez hasta dos cadáveres de anchos rostros, diferentes en su aspecto a los cristianos”.
Con su hermano Bartolomé comienza a armar su proyecto, consultando a geógrafos y elaborando mapas, confiado de que el financiamiento estaba asegurado con el apalabramiento que había sostenido con la corona portuguesa, pero a la hora de la hora, el rey Juan II de Portugal, le hizo ver que no apoyaría esa aventura.
Colón no pedía mucho: “Tres carabelas aprovisionadas para un año y provistas de quincalla para el trueque”, que las especificaba: “cascabeles, bacinetas de latón, hojas de latón, sartas de cuentas, vidrio de varios colores, espejuelas, tijeras, cuchillos, agujas, alfileres, camisas de lienzo…”
La negativa de Portugal, hace que Bartolomé se embarque hacia Inglaterra. Fue hecho prisionero, en manos de piratas, pero negocia su libertad y va a la corte para recibir el rechazo del rey. Luego, va ante la monarquía francesa, pero la respuesta será igual de negativa. Cristóbal Colón inicia gestiones ante la reina de Castilla, esposa del rey de Aragón, pero cada quien mandaba en su lado.
Consiguió la colaboración de allegados a la corte que le permitieron presentarle el proyecto a la reina Isabel, pero aunque ella simpatizó con la idea, no podía apoyarla por dos razones, la primera es que los expertos a los que les pidió estudiarla, la juzgaron absurda, y la segunda era que los reyes católicos sólo tenían recursos para financiar la guerra contra los moriscos.
Después de reconsideraciones concluidas con el rechazo, Colón se preparaba, en 1491, para acudir, él y no su hermano, a la monarquía francesa, pero un influyente funcionario de la corte de Isabel, la convenció de que experimentasen, y llamaron al descubridor, a punto de marcharse, y le ofrecieron el apoyo que precisaba.